Lecciones de los juegos

Los Juegos Olímpicos tienen su origen en la antigüedad. Su antecedente data de hace más de 2,700 años en la ciudad griega de Olimpia, de ahí su nombre. Luego se formalizaron a finales del siglo antepasado, realizándose puntualmente cada cuatro años, con la excepción de los lapsos de las guerras mundiales y la postergación que se hizo el año pasado por la pandemia del Covid.

En sus dos versiones de verano e invierno, los Juego Olímpicos se han constituido en el evento deportivo internacional más relevante de la humanidad. En él participan más de 200 países y su realización suele ser un acontecimiento mayor para la humanidad. El Comité Olímpico Internacional elige a la ciudad sede, la que se convierte en centro de atención de la comunidad mundial y fuente generadora de importantes derramas económicas.

Aunque los Juegos suelen captar la atención de muchos, hay quienes minimizan su relevancia, considerándolos un evento frívolo e intrascendente. Yo creo que, por el contrario, las Olimpiadas reflejan la esencia de las naciones, los valores de su gente, la cultura de su comunidad. No es fortuito que los países que se disputan el primer lugar en el medallero olímpico sean los que también lo hagan en cuanto al crecimiento y tamaño de sus economías: Estados Unidos y China.

Un buen resultado deportivo habla de la organización de una sociedad, del empeño que se pone en su juventud y en sus buenos hábitos. De las inversiones que realiza en instalaciones y del diseño de sus programas deportivos, vinculados a los académicos. Tiene que ver hasta con la forma en que sus miembros se alimentan.

Un eficiente desempeño deportivo está relacionado también con la mentalidad de los deportistas, con sus paradigmas ancestrales y sus limitaciones mentales, algunas impuestas por la sociedad y otras por la propia familia. Los complejos de inferioridad y la cultura del “ya merito”, tan arraigados en ciertos sectores. Si el podio se extendiera hasta el cuarto lugar, nuestro país crecería en varias veces la cantidad de medallas obtenidas.

Una participación decorosa requiere coordinación adecuada, comunicación efectiva y trabajo en equipo, aún en las disciplinas individuales, que son en las que México tradicionalmente figura. La relación armónica con los entrenadores y el cuerpo técnico es una condición indispensable.

Para ganar en cualquier disciplina deportiva lo primero que debe tener el atleta es confianza en sí mismo, en sus habilidades y en sus estrategias. Requiere constancia y disciplina. Trazar metas en el camino y no solo luchar por alcanzarlas, sino lograrlas efectivamente. Es la única forma de creer y tener fe en uno mismo. Lo mismo aplica para triunfar en el día a día.

El resultado que obtenga nuestro país no es un asunto menor. Es un síntoma de lo que nos sucede como sociedad. Vale la pena analizarlo y tomar medidas lo antes posible para que el día de mañana nuestros hijos puedan lograr el oro, en los deportes y en la vida.

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