“Libertad, igualdad, fraternidad”, fueron los postulados de la Revolución Francesa, madre de todos los movimientos liberadores que se efectuaron en los siglos XVIII, XIX y XX en todo el mundo.
Los principios propuestos por los sublevados que derrocaron la monarquía francesa son sin duda muy loables y debieran ser la aspiración de toda sociedad. La cuestión versa sobre la posibilidad de la coexistencia de los tres de forma simultánea y en caso de que no exista tal, cuál de ellos se debe priorizar.
La pregunta no es menor, ya que de su respuesta deberá derivar la implementación del régimen de gobierno de las sociedades. Considerando que la fraternidad es un fin en sí mismo, veamos las implicaciones teóricas y prácticas de priorizar lo libertad o la igualdad:
La propuesta de la libertad como valor principal fue ideado por el capitalista Adam Smith, quien decía que si dejamos en libertad a todos los actores económicos para actuar en su propio beneficio una “mano invisible” llevaría a la comunidad a su estado ideal.
Eso no quiere decir que existirá igualdad, por el contrario. Cada quien estará lo mejor que pueda en términos económicos, pero quienes tengan talento, capacidad, buena cuna o amor por el trabajo irán ganando tajadas mayores del pastel en detrimento de los conformistas, flojos o desafortunados. Y eso, a su vez, causaría resentimiento y rencor social. Mucha libertad, poca igualdad y nula fraternidad.
La propuesta de la igualdad como eje rector en la sociedad vino por parte de los socialistas Marx y Engels en su Manifiesto Comunista. Los autores, grandes estudiosos de la historia, advirtieron que los conflictos sociales tienen su origen en las desigualdades e injusticias sociales causadas por el hambre desmedida de acumular riqueza de unos pocos.
Propusieron como solución, mediante una revolución, la abolición de la propiedad privada, de tal suerte que el Estado sería el propietario de los medios de producción y los activos de la comunidad, buscando hacer una asignación justa, aunque no eficiente, por no generarse los incentivos correctos. Así desaparecerían las clases sociales y los motivos de las disputas. Mucha igualdad, poca fraternidad y nula libertad.
Han sido ya muchos años de haber puesto a prueba ambos sistemas económicos y los resultados reales son muy cercano a los teóricos. Países capitalistas, como Estados Unidos, han sido muy exitosos económicamente dando plena libertad a sus ciudadanos, pero a costa de tener amplias brechas de desigualdad.
Países comunistas, como Cuba, han logrado altos grados de igualdad pero sacrificando la libertad de su gente.
Creo que la solución fraternal es un punto medio, en el que se garanticen las libertades que generen riqueza y con una distribución más justa de la misma, sobre todo beneficiando a los menos favorecidos, pero no con dádivas, sino con estímulos correctos.