¿Qué tienen en común Steve Jobs, Bill Gates y Michael Dell? Los tres fueron los precursores de la era computacional que ha cambiado el destino del mundo. Ellos fueron quienes, con su ingenio y empeño, crearon artefactos, consolidaron marcas y desarrollaron productos de gran apoyo para la especie humana. Fueron generadores de grandes riquezas y son inspiración de muchos.
¿Qué tienen en común Walt Disney, Henry Ford y Thomas Alva Edison? Los tres tuvieron un sueño y lucharon por alcanzarlo. Fueron inventores de productos o de procesos que transformarían la vida, el esparcimiento y los modelos de producción en todo el orbe. Sin duda ocupan un lugar especial en la historia de la humanidad.
¿Qué tienen en común Mark Zuckerberg, Richard Branson y Oprah Winfrey? Los tres son personas de gran influencia gracias a su talento y a sus personalidades auténticas. Han llegado a la cima desde abajo y desde muy jóvenes, tomando riesgos, emprendiendo negocios y dejando huella por donde pasan.
¿Y qué tienen en común los nueve personajes mencionados? Además de ser o haber sido personas que alcanzaron el éxito y conquistaron sus sueños, un rasgo que los caracteriza es que ninguno terminó la escuela. Así es, ninguno cuenta con un título universitario, así lo observa Robert T. Kiyosaki en uno de sus textos más recientes.
¿Entonces estudiar no es necesario para alcanzar el éxito? Todo lo contrario. Puedo mencionar mucho más de nueve que sí fueron a la universidad y que son o fueron igual o más exitosos que algunos de ellos. De hecho, creo que estos personajes son la excepción que confirma la regla.
Lo que pretendo ilustrar es que varios de los factores que ofrecen más posibilidades de tener éxito en la vida no se enseñan ni se aprenden en la escuela, sino en la casa, hacia el interior del seno familiar, en los grupos de amigos en los que nos integremos y, por supuesto, en los libros que leemos.
Los valores de la honestidad, de la disciplina, del trabajo, del orden, del respeto, no se aprenden en el aula, sino que se trasmiten en el hogar, con la familia y los amigos, principalmente con el ejemplo. Son una forma de vida que se observa, o no, desde la niñez. Eso es lo que consolida las grandes personalidades.
La escuela ofrece el conocimiento de lo que ya existe; los valores de la casa, la motivación para descubrir e inventar cosas nuevas. En el aula se aprenden metodologías y procesos preestablecidos; en la relación con mentes inquietas, la necesidad de ser disruptivo e innovador.
Es cierto que algunas personas nacen con dones y habilidades diferenciadas, por eso es muy cierta aquella frase de “lo que natura no da, Salamanca no presta”, pero también es cierto que las muestras de cariño hacia los hijos son insustituibles, la presencia permanente en sus vidas no es subrogable y su educación en los valores no es delegable. Eso es lo que los hará triunfar o no en la vida.