Los incendios que han asolado las sierras de Coahuila y Nuevo León han sido devastadores. La chispa de la irresponsabilidad prendió rápidamente nuestros bosques dejando desolación y muerte por doquier. La sequía ambiental así como los fuertes vientos, han atizado las llamas, obligando el desalojo de comunidades enteras.
La culpa es de la inconsciencia humana por partida doble. La primera, clara y condenable, recae en los insensatos que por un descuido causaron la tragedia. Desoyendo todas las recomendaciones y en acto criminal, una caterva de individuos irracionales dejó brazas prendidas después de cocinar.
La segunda es menos evidente, pero no por eso menos relevante, y se refiere a un hecho incuestionable: los efectos del cambio climático. La contaminación sistemática del planeta está causando cada vez climas más extremos. Lo severo de las recientes heladas invernales dejó una enorme cantidad de plantas y arbustos secos, material altamente inflamable.
Los atípicos calores para una época primaveral temprana, así como la ausencia de lluvias, consecuencia del nocivo cambio climático, no ha hecho más que agravar la situación. El daño ecológico es y será terrible. Lo que hemos cuidado por tantas décadas como tesoro preciado está desapareciendo cada minuto que pasa. Vemos con impotencia las imágenes dantescas en las que el fuego consume los pulmones ecológicos de Saltillo, Monterrey y sus áreas conurbadas.
Los heroicos brigadistas pareciera que enfrentan a la temible Hidra, ese ser mitológico al que le brotan dos cabezas nuevas cada vez que se le corta una. Pero aún así no desfallecen. Su responsabilidad y el amor por su tierra los impulsan a seguir dando la batalla. Las autoridades estatales y municipales están ahí, motivando y coordinando. La sociedad entera se ha volcado en colectas económicas y de víveres. Todos somos uno ante la tragedia.
La agenda mundial contra el cambio climático es clara y factible, el problema es la falta de compromiso de algunos gobiernos. Afortunadamente, con la salida de Trump y la llegada de Biden, Estados Unidos ya enmendó el camino y volvió a suscribir el Acuerdo de París. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Si las potencias bélicas destinaran la mitad de su presupuesto al ejército y a comprar armamento para invertir en estrategias contra la contaminación y el efecto invernadero, otro gallo nos cantara.
Y en México no estamos mejor. No solamente no estamos pensando en realizar proyectos sustentables, sino estamos discutiendo la pertinencia de desacreditar la generación de energías renovables y regresar a la quema de combustibles fósiles, además de estar invirtiendo en refinerías en lugar de tecnologías ecológicas.
La lucha por nuestro medio ambiente no debería tener colores ni dar lugar a divisiones. Todos unidos debemos dar la batalla contra el fuego en nuestros bosques, el dióxido de carbono en nuestra atmósfera y los plásticos en nuestros mares. Ellos son los enemigos reales.