En 1898, cuando Estados Unidos se involucraba en la guerra de Independencia entre Cuba y España, el presidente americano, William McKinley, necesitaba comunicarse con el líder de los revolucionarios cubanos, el General Calixto García, para poder tener una idea del tamaño y fuerza de los insurgentes bajo su control y negociar su colaboración contra España. El escritor americano Elbert Hubbard nos cuenta en uno de sus ensayos la leyenda basada en hechos reales de cómo es que McKinley pudo comunicarse con García.
Cuenta Hubbard que alguien afirmó que, si alguien había capaz de encontrar a García y entregarle el mensaje, esa persona era Andrew S. Rowan, oficial del ejército americano. A Rowan lo mandan con el mensaje, se embarca a Cuba, atraviesa la jungla y entrega el mensaje a García. Pero la parte interesante o la moraleja del ensayo no es qué obstáculos libró o cuánto se tardó, sino que a Rowan lo llaman, le entregan el mensaje y este simplemente ejecutó la misión. El ensayo de Hubbard (“A Message to García“, 1899) se hizo popular y se volvió un homenaje al esfuerzo, iniciativa y efectividad de un individuo determinado comparado con la imbecilidad, inhabilidad o renuencia habitual para ejecutar las cosas de la persona promedio. Decía Hubbard en su ensayo: “El punto que quiero hacer es este: McKinley le dio la carta a Rowan para entregarla a García; Rowan la tomó y ni siquiera preguntó dónde podía encontrar a García. ¡Por dios! He ahí un hombre de quien se deben hacer estatuas de bronce y colocarlas en cada universidad. No es aprendizaje de libros lo que los jóvenes necesitan, ni instrucción sobre este o aquel tema, sino el endurecimiento de sus vértebras que provoque que sean leales, actúen sin dudar, concentren sus energías y hagan lo que tienen que hacer; ¡entregar el mensaje a García!” Y seguía Hubbard: “esfuerzo a medias, poca atención, indiferencia parecen ser la regla; nadie parece lograr los objetivos sin ser amenazado, forzado o sin sobornar a otros para que lo ayuden o sin que Dios haga el milagro de enviar a un ángel como asistente“. Hagan la prueba, decía Hubbard, “pide a seis de tus subalternos que vayan a la enciclopedia y hagan un memorándum sobre la vida de Corregio. ¿Dirá alguno de ellos “sí, señor” para después ir a hacer el memorándum? Apuesto que no. Te verán a los ojos y preguntarán una o más de las siguientes preguntas: ¿Quién era Corregio? ¿Qué enciclopedia? ¿Dónde está la enciclopedia? ¿Me contrataron para eso? ¿Por qué no lo hace Pedro? ¿Está muerto Corregio? ¿Hay prisa? ¿Te traigo el libro y lo buscas tú? ¿Para qué quieres saber? Y es ante este tipo de reacciones que preferirás decirles que lo olviden y que tú mismo lo harás.” “¿A quién le pedirías que escriba una carta para García? ¿En quién puedes confiar para llevarle una carta a García? Mis respetos para aquel que hace su trabajo cuando “el jefe” no está, y también cuando sí está; para aquel hombre que, cuando le dan una carta para García, la toma en silencio, sin hacer preguntas tontas, sin la intención de tirarla en la primera alcantarilla que ve o de hacer todo menos entregarla. La civilización es una búsqueda larga y ansiosa por ese tipo de individuos. Cualquier cosa que esa persona pida le será concedido; ese tipo de personas son tan raras que ningún empleador se puede dar el lujo de verlo partir. Son requeridos en cada ciudad, pueblo y villa, en cada oficina, tienda y fábrica. El mundo los busca sin cesar, ese individuo es necesario, extremadamente necesario – ese individuo que sí puede llevarle un mensaje a García”.
La frase “llevarle un mensaje a García” se volvió una forma de reconocer a quien tenía la iniciativa para ejecutar una tarea difícil. Si volteamos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que una de las crisis más fuertes y probablemente la raíz de muchas de las crisis del México de hoy es que nos faltan individuos como Rowan; que muchos de nosotros tal vez no tendríamos la persistencia, disciplina y dedicación necesarias para, sin dudarlo por un momento, ser capaces de tomar esa carta y cumplir la tarea de entregarla, sin importar la relevancia o contenido de la carta. Cada uno en el alcance y profundidad de lo que nos toca hacer cotidianamente, desde el ciudadano más humilde al profesionista más capaz, al dueño de un negocio, o hasta el secretario de estado, gobernadora o presidente. Da la impresión de que hay muchos que no entienden la misión; algunos la entienden, pero no saben por dónde empezar o no tienen la capacidad, disposición o voluntad de ejecutarla. Si extrapolamos esto del mensaje a García a la problemática actual del país y a los encargados de atender las distintas misiones prioritarias (crecimiento, seguridad, pobreza, educación, salud), vemos que los perfiles no son como el de Rowan; caeremos en cuenta que nos urge hacerle llegar muchos mensajes a García, pero los mensajeros no quieren, saben, pueden o sienten responsabilidad alguna de entregar el mensaje. Lo mismo para 2024, ¿quién de los que suena, que antes perdieron el mensaje, se lo robaron o lo quemaron, creemos que puede llevar los mensajes a García?