Un estudio publicado en la revista ‘Journal of Comparative Psychology’ concluye que los perros sienten afecto real hacia los humanos y que este amor es tan grande que es mayor del que son capaces de sentir hacia otros congéneres.
Según la información que recoge Consumer, el equipo de investigadores encabezado por el neurólogo Michael Hennessey afirma que:
El amor del perro hacia las personas que le cuidan es incluso más intenso que los sentimientos hacia sus propios hermanos y compañeros de la camada.
¿Pero tanto se parece un perro a un humano en la forma de amar? Pues todo indica a que en algunos aspectos sí.
Aunque nosotros expresamos el afecto de formas más complejas y variadas que un lametazo húmedo en la cara, es verdad que compartimos algunos rasgos con los canes, sobre todo en lo referente al papel que desempeñan las hormonas en el amor, tanto en las personas como en los perros.
Ambos producimos oxitocina, relacionada con la felicidad y los circuitos amorosos en los humanos, y, ambos tenemos un centro de placer en el cerebro que, tal y como explican en Consumer, es algo así como un interruptor natural que nos permite sentirnos felices cuando nuestro cuerpo segrega una hormona llamada dopamina.
‘Perros y humanos compartimos parte de la química que explica el amor’ sentencian, pero no todo el mundo lo considera suficiente a la hora de explicar el comportamiento afectuoso entre perros y humanos.
Así, en contra de este estudio que sí habla de un amor desinteresado, algunos científicos como el también veterinario Fred Metzger piensan que los perros solo ofrecen cariño y amor a las personas porque pretenden obtener una recompensa a cambio; vamos, un amor por conveniencia.
De hecho Metzger se aventura a afirmar que incluso podrían traicionarnos y ‘cambiarnos por el vecino’ si este le dispensa más atenciones en una ausencia nuestra prolongada.
Pero a los que nos sentimos agraciados con la fortuna del amor perruno nos cuesta mucho aceptar esa teoría, preferimos pensar, es más, estamos convencidos, que el inmenso amor que siente nuestro perro por nosotros no tiene nada que ver con que se acerca la hora de comer o que necesita salir a la calle, sino que siente un apego real y extraordinario por ese humano que también le corresponde.
Y tan recíproco es ese amor que estudios recientes de varios investigadores, encabezados por el veterinario japonés Takefumi Kikusui, han demostrado que si ponemos cara a cara a un perro y a su humano, cuanto más se miran a los ojos, más oxitocina producen sus cerebros y su presencia en el organismo tiende a equiparse.
El País recoge los resultados de este estudio que, según el equipo de Kikusui, ‘respaldan la existencia de un bucle de oxitocina que se autoperpetúa en la relación entre humanos y perros, de una manera similar a como ocurre con una madre humana y su hijo‘.