Con casi 3 décadas al aire, Los Simpson se han convertido en una de las series cómicas televisivas de dibujos animados más exitosas de todos los tiempos. Además de involucrar temas y personajes de moda en sus episodios, su éxito se basa en el argumento principal: satirizar la forma de vida del norteamericano común de clase media.
La familia está compuesta por Maggie, la bebé recién nacida que no habla, pero todo observa; Lisa, la hija nerd e idealista en busca del sentido de su vida; Bart, el hijo travieso y divertido a quien no le importa la escuela; Marge, la madre noble y refunfuñona que hace lo imposible por mantener a la familia unida, y Homero, el padre, la estrella del programa, un tipo despreocupado y ocioso, fiel partidario de la ley del mínimo esfuerzo.
La rutina de Homero es muy similar a la del promedio estadounidense: trabaja todo el día frente a su COMPUTADORA; por la tarde, aborda su VEHÍCULO rumbo a su casa; al llegar, abre el REFRIGERADOR; saca una CERVEZA, y se tira en el sillón de la sala a ver TELEVISIÓN.
Y se puede dar esa vida, a pesar de tener un empleo y un salario medio, porque los precios de los ordenadores, los carros, los refrigeradores, las cervezas y los televisores son relativamente bajos. Y son accesibles gracias al libre comercio. Específicamente, gracias al TLC.
Aunque producidos principalmente por empresas extranjeras, esos 5 producto son –¡oh, ironía!– los que más nos compran. De cada 10 computadoras o tabletas que comercializan allá (como Intel y HP), 2 se producen aquí; más del 40% de los vehículos que importan (GM y Fiat Chrysler Automobiles, entre otros) procede de nuestras plantas armadoras, y casi la mitad de los refrigeradores que adquieren (Whirlpool y Electrolux, en su mayoría), llevan la etiqueta “Hecho en México”.
Por si no bastara, casi el 70% de la cerveza que importan (Corona y Modelo) tiene como origen suelo Azteca, y 4 de cada 10 televisores son ensamblados en México por empresas como Samsung y Sharp.
Si Trump pretende bloquear el comercio con argumentos nacionalistas, deberá explicarle a sus conciudadanos que carecerán de esos lujos, o tendrán que pagar un sobreprecio sustancialmente mayor para conservarlos. Sería el fin de la parodia de la familia Simpson… y de no pocas comodidades para el establishment norteamericano. La pregunta surge: ¿Estarán los millones de “Homeros” dispuestos a aceptarlo?
Vistas así las cosas, creo que lo Simpson apoyarían el TLCAN.