No, no se trata de la canción de José Alfredo Jiménez “Me equivoqué contigo” que incluye frases como: “Me equivoqué contigo; me equivoqué a lo macho; como muy pocas gentes se habrán equivocado… pero qué triste realidad me has ofrecido; qué decepción tan grande haberte conocido; quién sabe Dios por qué te puso en mi camino… me equivoqué contigo, después de tantos años, de tantas amarguras y tantas decepciones…”.
Equivocación: “Acción que no sigue lo que es correcto, acertado o verdadero. Yerro, error, confusión, falta, aberración, fallo, descarrío“. No conozco a nadie que, fuera de la experimentación que contiene errores como paso necesario del método científico, considere equivocarse como algo razonable, aceptable, bienvenido o bien visto. Crecemos condicionados y evaluados constantemente por la cantidad, relevancia y gravedad de las equivocaciones que cometemos. No queremos equivocarnos y es, hasta cierto punto, entendible que no seamos muy vocales o efusivos cuando es hora de reconocer que cometimos una equivocación. Hay ejemplos famosos de equivocaciones, accidentes o errores que eventualmente desembocaron en algo bueno, productivo o lucrativo y se les conoce como error afortunado (happy mistake). Se dice que las galletas de chocolate-chip, la Coca-Cola, la penicilina, el marcapasos, el horno de microondas, los corn flakes, los rayos X, las notas post-it, entre otros productos, fueron inventados a raíz de un error en alguna receta o proceso. Hasta Cristóbal Colón descubrió América por accidente. Pero, en general, las equivocaciones no son bienvenidas y en muchas ocasiones se prefiere barrerlos debajo del tapete, por lo que difícilmente se les puede sacar provecho o siquiera investigar si pudieron generar algo positivo. Es más, con poca frecuencia se analizan lo suficiente como para aprender a reducir su incidencia o evitar que se repitan.
Esta semana me topé con una lista de artículos en el NY Times de editorialistas reconocidos que tocan diversos temas, cuyos títulos empiezan con “I was wrong about…” (me equivoqué acerca de…) y que incluyen temas como el capitalismo (David Brooks), la inflación (Paul Krugman), Facebook (Farhad Manjoo), los votantes de Trump (Bret Stephens), la censura oficial de China (Thomas L. Friedman), entre otros. Además de recomendar estos artículos, quisiera llamar su atención sobre el hecho no solo de equivocarse, sino de ser capaces de reconocer nuestro error, pensar al respecto, analizarlo y abiertamente hablar de ello. Por ejemplo, Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, reflexiona sobre su equivocación al estimar que la inflación sería menor y más temporal: “…toda esta experiencia ha sido una lección de humildad. Después de la crisis de 2008, los modelos económicos habituales se comportaron adecuadamente y me sentí cómodo usándolos en 2021, pero debí darme cuenta de que en el mundo creado por el Covid-19 esos modelos ya no eran una apuesta segura“. David Brooks nos dice a propósito de su desilusión con el capitalismo que lo convenció en los 80’s y 90’s: “en ocasiones hay que ser tercos con tu visión del mundo y defenderla de las críticas. Pero a veces el mundo es genuinamente distinto de lo que era antes. Es en esos momentos que las habilidades cruciales son las que nadie te enseña: cómo reorganizar tu mente, cómo ver con nuevos ojos“.
Y es aquí donde levanto la mano y reconozco que me he equivocado, muchas veces, en muchos temas. Por ejemplo, hace poco más de dos años escribí en este espacio sobre un virus que empezaba a modificar nuestras vidas. Me equivoqué rotundamente acerca de la magnitud y del impacto que tendría. Hablé de que “por unas semanas tendríamos que ajustar nuestras rutinas”; vaya que me quedé corto en mi estimación de una crisis de semanas. Comparé el número de muertes causadas por el virus con los asesinatos en México; di a entender que los números nunca llegarían a ser tan graves como los de la violencia en nuestro país. Tristemente, la violencia no amainó y los números de la pandemia fueron incluso superiores. Nos quedamos con el peor de los dos mundos. Me equivoqué confiando en el cambio de Fox; me equivoqué con él “para que vivamos mejor” de Calderón. Esos dos trajeron al PRI (y a Peña) de regreso y este a su vez trajo a AMLO y su 4T; hasta ahora, no hay muchas señales que me hagan pensar que no me equivoqué confiando en AMLO y el “qué triste realidad me has ofrecido” de José Alfredo le está quedando como anillo al dedo al presidente.
¿Y si todos hacemos el ejercicio de reconocer y reflexionar sobre nuestras equivocaciones? Daño no creo que nos haga.