Meade, arquitecto de instituciones.

Conocí a Pepe Meade en el 2003. Él, Director General del agonizante Banrural; yo, asesor de la Subsecretaría de Hacienda y Crédito Público, instancia coordinadora sectorial de la Banca de Desarrollo a la que estaba adscrita dicha institución de crédito. Esa afortunada circunstancia me permitió tratar a José Antonio Meade Kuribreña: siempre responsable y afable, tenaz y eficaz, trabajador y emprendedor.

Cuando recibió el mando, Banrural era un barril sin fondo. Un monstruo con más de ¡30 mil empleados! Un aparato burocrático sobradamente obeso, que sangraba al erario con miles de millones de pesos al año. Por mucho, Banrural había dejado de cumplir su cometido; los excesos y las prácticas paternalistas lo llevaron a la quiebra técnica.

Después de un trabajo de meses, Meade liquidó al Banco. En su lugar, fundó la Financiera Rural, con un rostro y un esquema completamente novedosos. Ahora que formo parte de esta institución puedo valorar, con más claridad, lo que su genio creador le aportó al bienestar y desarrollo del campo y las comunidades rurales.

La Financiera, orgullo de México, es un caso de éxito mundial. Con apenas 2 mil empleados coloca actualmente créditos por más de 70 mil millones de pesos anuales, sin recurrir, como hace años, a subsidios gubernamentales, salvo algunas excepciones: los destinados a fondos de garantías y apoyo en tasa a pequeños productores.

El destino nos enlazó de nueva cuenta cuando Meade, ya como Secretario de Desarrollo Social del actual sexenio, me invitó a ser su delegado en Nuevo León. Sin recursos adicionales, realizamos un trabajo intenso para combatir la pobreza, basado en una Estrategia Nacional de Inclusión por él diseñada.

Los resultados de su gestión los publicó recientemente el Coneval. Son cifras muy destacables y esperanzadoras: en apenas dos años, de 2014 a 2016, México redujo 20% la pobreza extrema. Una hazaña histórica y de un alcance y magnitud que aún no han sido ponderados en su justa dimensión. De seguir por esa misma ruta, en 10 años habremos erradicado la pobreza más lacerante, que nos agobia desde las épocas coloniales.

Por otra parte, Meade, el Canciller, recompuso la imagen y las relaciones internacionales de nuestro país en el exterior. México volvió a ser ese “Big Brother”, querido, admirado y respetado por los países de América Latina y el Caribe.

También demostró ser un conciliador nato. En su doble paso por la Secretaría de Hacienda supo negociar, sin sobresaltos, los presupuestos de Egresos con las distintas fuerzas políticas de la Cámara de Diputados. Jornadas largas e intensas, sí, pero sin los agobiantes momentos de incertidumbre que tan nocivos resultan para nuestro país. El orden financiero, la honestidad a toda prueba y la transparencia en el ejercicio de los recursos marcaron su paso esa dependencia.

Por su desempeño en el servicio público, Pepe ha recibido cualquier cantidad de reconocimientos. El de “Señor Internacional” reviste una importancia especial, pues le fue otorgado por un organismo norteamericano, con el aval de las autoridades estadounidenses, en un contexto de desacreditación que prevalece de algunos políticos mexicanos en el extranjero. Vivir con él y con su esposa Juana ese fin de semana de emociones y sorpresas en Laredo hace un par de años, fue una de las experiencias más gratas que he experimentado.

Ahora, a casi 15 años de merecer su amistad, me toca vivir una nueva faceta de él. Dicen que en política el mensajero es el mensaje. ¡Qué gran verdad!: El solo pronunciamiento de su intención de participar en la contienda presidencial de 2018 causó reacciones muy favorables en los mercados. El peso, por ejemplo, vivió su mejor jornada en meses. ¿Cuántas personas pueden generar esa confianza y esa esperanza en el sector financiero y empresarial? Muy pocas, quizá tantas como los dedos de una mano.

Pepe es un arquitecto de instituciones y de programas exitosos. Es un servidor público que siempre que empeña su palabra, cumple. Es un político sensible, talentoso, sensato, con auténtica vocación de servicio y un gran sentido común que deja profunda huella por dónde camina; es un enamorado de su familia y de su país, a quienes ama por sobre todas las cosas; es un funcionario cuya honestidad y calidad moral permanecen sin mácula… Es, sin ninguna duda, lo mejor que le puede pasar a México en su futuro inmediato.

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