* Versión web: Vivimos en una Mediocracia. En manos de los de hoy o los de siempre, esa es la receta.
La Meritocracia es un sistema político en el que los bienes económicos y el poder político son otorgados a las personas en base a su talento, esfuerzo y logros, y no por su ideología, amistades, clase social o económica. Por otro lado, cuando el poder de un país está en manos de una persona o grupo mediocre, entonces se tiene una Mediocracia. La Real Academia Española define como mediocre a alguien “de calidad media”, “de poco mérito, tirando a malo”. Hay quien dice que la palabra se usa muy a la ligera, ya que alguien de calidad media no necesariamente es tan malo como la palabra “mediocre” lo hace sonar. En una distribución normal de individuos o grupos con baja, media y alta calidad, habrá realmente pocos (en los extremos de la curva) que son realmente malos y excepcionalmente buenos. Muchos de nosotros estaremos en la parte media de la curva. Así es que probablemente cuando usamos la palabra mediocre, en realidad tenemos en mente algo más bien por debajo de la media. Aún así, cuando los retos de una organización o país son tan grandes, es necesario acercarle al problema a la mayor cantidad de personas que estén por encima de la media, que no sean mediocres en el sentido textual y habitual de la palabra. Alain Denault, escritor canadiense, señala que la “Mediocracy” ha instituido un sistema en el que se demanda que los ciudadanos sean promedio, no aspiren a mayor cosa; se premie a quien es sumiso e intelectualmente flojo y se castigue al pensador creativo y a quien denuncia las malas prácticas de quien tiene el poder. También concluye que esa Mediocracia se convierte en una hegemonía intolerante en todo menos en juzgarse a sí misma. Es un “centro extremo”. Dice Denault: “La norma de la mediocridad lleva a desarrollar una imitación del trabajo que propicia la simulación de un resultado. El hecho de fingir se convierte en un valor en sí mismo”.
Sin importar nuestra preferencia ideológica o política, vemos que conocidos y familiares, aplauden y defienden con enjundia -nivel fanatismo- a uno de dos grupos: los que son gobierno hoy o a los que no supieron ser gobierno antes. Si te atreves a criticar a AMLO frente a un cuatrotero eres fifí, amigo de oligarcas, obstáculo de la transformación, chayotero, conserva. Si criticas a la oposición que anda organizando Claudio X. o siquiera sugerir que AMLO tiene razón en algo, serás un chairo, comunista, enemigo del progreso y otros calificativos de todos calibres. El presidente y la oposición nos quieren hacer pensar que el debate y la lucha es sobre cosas que en realidad no son. No se trata de una lucha de visiones, ideologías o proyectos entre liberales y conservadores; entre socialistas y capitalistas; entre buenos y malos; entre nacos y fresas; entre blancos y morenos; entre clases sociales; entre el sur y el norte. ¿De qué se trata realmente el debate y la batalla actual entre la 4T y esa oposición que trata de tomar forma, pero que está plagada de emisarios del pasado que no entregaron resultados suficientes y que no les quedó más que entregar el poder a quienes hoy no parecen saber qué hacer con él? Mi hipótesis: Ambos bandos NO debaten o pelean por ver quién transformará al país y logrará un desarrollo sostenido que eventualmente, en 30 o 40 años, catapulte los niveles de bienestar de la gran mayoría de los mexicanos. Estos dos grandes grupos (los de hoy y los de antes) lo que pelean es el control temporal de la Mediocracia que han instalado en México. Esa Mediocracia que por 4 y 40 años nos ha arrojado ínfimos niveles de crecimiento, aumento de inseguridad, infraestructura que no alcanza, explosión de la pobreza. Los enemigos de esa Mediocracia son aquellos que nos atrevemos a exigir un modelo distinto, ideas nuevas, cambio en las políticas, objetivos más agresivos. Esos mexicanos que no queremos salir a jugar al empate a base de puro pase lateral. El aspiracionista que tan mal le cae a AMLO no es solamente enemigo de la 4T; ese aspiracionista debería ser enemigo también de los políticos de siempre, pero estos, cobijados en una idea confusa de alianza anti-4T, te han hecho creer que tu enemigo es la 4T, que ellos, con sus recetas de siempre, son tu única alternativa. Básicamente, cualquier mexicano que se considere aspiracionista (los hay en todas las clases sociales) es, por definición, enemigo de la Mediocracia y esa Mediocracia NO es un invento ni exclusiva de la 4T. Es más, la mediocracia es el origen de más de 70 años de priismo, de dos gobiernos panistas fallidos (entregaron el poder de regreso al PRI) y del coctel de cinismo y corrupción que fue el gobierno de Peña (mismo que ha sido perdonado por el presidente de la mesa directiva 2018-2024 de la Asociación Nacional de Políticos y Gobernantes Mediocres). Es tiempo de denunciar la Mediocracia. Esa clase de políticos que se la pasan jugando al “coadyuvando” (simulan que hacen) con ideas huecas, por años o décadas y que son una plaga en México.