El “hashtag” o etiqueta es ahora muy utilizado para indexar términos, palabras, frases o temas clave en redes sociales y facilitar su búsqueda.
Quien agrega el símbolo de numeral (#) antes de esa palabra o término quiere identificarla de una forma en la que será más sencillo encontrarla en redes y asociarla con otras conversaciones que muestren el mismo término o asunto con dicha etiqueta. Cuando muchas personas están hablando del mismo tema o frase al que se le ha puesto el hashtag este se convierte en tendencia. Esta semana, por ejemplo, términos como #PesoPluma, #Marko y #Coahuila fueron tendencia en “X” (antes Twitter).
Ya hemos comentado en este espacio que, sin una sorpresa mayúscula del candidato de MC, Jorge Álvarez Máynez (sí, hay un tercero en discordia), el menú nos indica que habrá que elegir entre dos sopas: una que representa más de lo mismo que tenemos hoy y otra que representa más de lo mismo que teníamos antes. La primera se siente en caballo de hacienda, confiada de que la inercia de la popularidad de AMLO, con sus pocos o muchos (según a quién le pregunte uno) logros, serán suficientes para una secuela de otros seis años de lo mismo que venimos viendo, aún y cuando no parece tener personalidad o semblante que genere mucho entusiasmo. Serían otros seis años con tintes populistas, de una izquierda rancia y militarista; afín a los otros datos; repartiendo el dinero hasta que alguien se dé cuenta que ya no alcanza; con funcionarios con tesis plagiadas o graduados en un día; de “barrer escaleras” de arriba para abajo pero sin realmente limpiar mucho; de inauguraciones de obras inconclusas y no necesariamente útiles o productivas; sosteniendo a empresarios favoritos; sin poner atención a fomentar una sana y real competencia en sectores estratégicos; reforzando la división entre sur y norte, buenos y malos, chairos y fifis, como forma de hacer política; buscando debilitar o incluso dinamitar instituciones que han sido relativamente autónomas para consolidar su poder por muchos sexenios más. También, pudiera ser que sigan dando la sorpresa de no aumentar impuestos (difícil si siguen repartiendo cheques a diestra y siniestra); podrían mantener el dedo en el renglón acerca del otro México olvidado por tantos años. También pudiera ser que la candidata del partido en el poder, una vez en la silla, procure marcar distancia con su antecesor para moderar y modular esos “detalles” que han provocado división, alergia por la ciencia y el método y el constante afán de hacer las cosas volteando al pasado, sin ver lo que funciona en otros lados y a base de traumas personales.
La opción opositora, con una trayectoria menos relevante en el servicio público, en teoría vendría a ofrecer algo muy distinto a la oficial. En realidad, sería mucho más difícil de adivinar cómo sería realmente un sexenio de esta candidata ya que la fórmula y el proceso por el cual se instaló como candidata del Frente Amplio Opositor (creo que así se llama) no tiene precedente. No hay mucha claridad aún acerca de sus propuestas, según esto porque no ha iniciado la campaña, pero salvo los programas de apoyo a adultos mayores y programas sociales, se supone que haría todo de manera distinta al gobierno actual. Me imagino que eso significa que barrería las escaleras en serio, en cualquier dirección; que no sostendría a un grupo de empresarios y sectores favoritos; que implementaría, con la ley en la mano, acciones para detonar la competencia en sectores donde hace falta; tendría proyectos de infraestructura relevantes; respetaría la división de poderes y las instituciones autónomas; sacaría a los militares de tantos sectores donde no corresponden; controlaría el poder de los partidos. Y así, después de un sexenio que ella y los partidos opositores califican como desastroso, encontrarían muchas áreas de oportunidad para revertir todo eso que se ha hecho mal y demostrar que saben gobernar mejor. Supongo se atacaría frontalmente a la corrupción y al crimen organizado y, con un plan económico fresco y moderno, alejado de dogmas del pasado, llevarían a México a crecer muy por encima de su potencial, al 5 o 6%, para, entonces sí, sacar a esos 50 o 60 millones de la pobreza.
Los párrafos anteriores no fueron escritos con tono sarcástico, pero por más que los leo y vuelvo a leer siento que todo esto suena a sarcasmo. ¿Podemos esperar que la candidata oficial tome distancia del mesías y se modere? ¿Será razonable esperar que la candidata opositora sorprenda con políticas que se alejen de lo que los partidos y personajes que la proponen han hecho siempre? No sé, veo el hashtag #MerecesMás en la (pre)campaña de Xóchitl e inmediatamente me pregunto a qué se refiere. No puedo evitar pensar que lo que ella quiere decir es que merecemos más de lo de antes, mientras que Claudia, sin usar un hashtag, nos dice que merecemos más de lo de hoy. Esa es la verdadera batalla y las opciones no me entusiasman mucho.
#MerecemosMás es lo que debemos decirles cada vez que hacen una propuesta o se rodean de los mismos de hoy o antes. Hay que voltear el hashtag y hacerles ver lo que merecemos, exigirles claridad y compromisos reales porque sí #MerecemosMás.