En línea con el rápido crecimiento en el uso de criptomonedas que se ha dado en América Latina, México se ha posicionado como el sexto país a nivel mundial con mayor adopción de estos instrumentos que surgieron hace 11 años con el nacimiento del Bitcoin.
Según la Encuesta Global de Consumidores de la firma alemana Statista, la cual se enfoca a recabar datos respecto a indicadores económicos y financieros, en México 12% de su población ha reconocido haber usado, o poseer, criptomonedas.
“La región mundial donde se ubicó la mayoría de los usuarios de criptomonedas fue América Latina. Brasil, Colombia, Argentina, México y Chile obtuvieron puntajes de dos dígitos en lo que respecta a la adopción de las criptomonedas”, se lee en la explicación del estudio.
De acuerdo con el análisis de Statista, Turquía encabeza la lista, con una adopción de 20% de su población, seguido de Brasil (18%), Colombia (18%), Argentina (16%), Sudáfrica (16%) y México, con 12 por ciento.
La encuesta arrojó que, países con economías más desarrolladas, se encontraban al final del listado, por ejemplo, el caso de Japón, donde sólo 3%de su población reconoció haber utilizado, o poseer criptomonedas, Alemania, con 4% o Estados Unidos, con 4 por ciento.
Ganan mercado
Hace algunos días, la plataforma de intercambio de activos virtuales Bitso, informó que ha alcanzado la cifra de 1 millón de usuarios registrados, luego de seis años en operación.
“En Bitso siempre hemos visto el gran potencial de las criptomonedas para mejorar la vida de las personas, es por eso que uno de nuestros objetivos es, además de continuar creciendo en México y Argentina, seguir nuestra expansión en América Latina”, declaró Daniel Vogel, director general de esta plataforma.
De acuerdo con Vogel, las criptomonedas pueden ganar terreno en mercados tradicionales, tales como el de las remesas, las cuales pueden dinamizarse con el uso de la tecnología, lo que a su vez reduce costos.
“Nuestro crecimiento se debe a que creemos firmemente en el potencial de las criptomonedas para mejorar la vida de familias latinoamericanas, aplicando la tecnología e infraestructura de Bitso en casos de usos reales, como lo son el envío de remesas, o las transferencias de persona a persona entre países, que ya es una realidad entre usuarios de Bitso en México y Argentina”, afirmó Vogel.
Momento regulatorio
El entusiasmo por los activos virtuales que se vive entre algunas personas se da en un momento donde la regulación todavía no es clara al respecto, a pesar de la intención de la Ley para Regular las Instituciones de Tecnología Financiera, o Ley Fintech, de cubrir estas herramientas.
Al publicarse la Ley Fintech, en marzo del 2018, se obligó al Banco de México a emitir las disposiciones secundarias para saber qué tipo de activos virtuales reconocería y cómo sería su operación legal al respecto; sin embargo, el banco central sólo indicó que avalaría operaciones para uso interno de las instituciones financieras reguladas.
Este movimiento, dejó el tema de la supervisión de aquellas organizaciones de activos virtuales no reconocidas por alguna ley financiera al Servicio de Administración Tributaria (SAT), pero sólo para efectos de prevención de lavado de dinero y financiamiento al terrorismo; en la actualidad, esta autoridad supervisa a 15 plataformas.
La digitalización: La asignatura pendiente de la economía mexicana
Ante la situación que atraviesa el país, México debería apostar por digitalizar su economía. Una digitalización que podría ayudar a las empresas a adaptarse a la nueva normalidad, cuando la crisis se disipe.
En lo que va de crisis económica y sanitaria, mucho hemos escuchado sobre el desplome de la economía mexicana y de los efectos de este sobre el empleo, pero poco sobre la escasa digitalización que presentan las empresas en el país, así como el impulso que debe experimentar dicha digitalización para adaptarse a la nueva normalidad. Una situación que, independientemente de la prioridad y la relevancia que el presidente AMLO le atribuya a cada asunto que deba gestionar, podría comenzar a impulsarse desde la administración pública, a la vez que se siguen adoptando medidas para sortear los efectos de una crisis sin precedentes y que pretende incidir en el PIB azteca con una fuerza desmedida.
Y es que, con una crisis que, dada su naturaleza, requiere de la aplicación de medidas de distanciamiento social para garantizar la seguridad de los ciudadanos, ante un virus que muestra una elevada tasa de contagio, no digitalizar la economía es uno de los mayores errores que podían cometerse. En este sentido, el shock de oferta al que se ha visto sometida la economía, en un escenario en el que la demanda no se ha visto satisfecha por la escasez de oferta, la digitalización es una alternativa para ya no solo paliar la situación, sino para esquivar esos shocks que, ante la incapacidad de mantener la distancia social, mantenían los comercios cerrados al público, así como a esos comerciantes sin la capacidad de poder ofertar sus productos y generar ingresos.
En este sentido, las cifras muestran esta realidad de la que hablamos. A fecha de 2019, como contábamos en este mismo medio, en Forbes, la economía mexicana se encontraba escasamente digitalizada. De acuerdo con los indicadores oficiales, la industria mexicana presentaba una muy escasa digitalización, la cual ha sido contrastada durante la crisis que hoy nos acontece. Así, hablamos de que, con relación a la totalidad de empresas en el país, únicamente el 30% de estas se encuentran digitalizadas. Es decir, 3 de cada 10 empresas en el país han iniciado un proceso de digitalización, restando un 70%, 7 de cada 10 empresas mexicanas, que siguen operando de forma tradicional y sin la implantación de sistemas tecnológicos.
Por tanto, con una crisis que, precisamente, impide el contacto físico y, en el peor de los casos, sigue sin descartar la llegada de rebrotes que obliguen a los distintos gobernantes a aplicar las medidas de confinamiento social, contar con un 30% del tejido empresarial digitalizado es un coste de oportunidad que México no puede permitirse. Y es que, para hacernos una idea, hablamos de un escenario en el que el vulnerable mercado laboral mexicano, en un escenario en el que la tasa de informalidad brilla por su elevada presencia, las medidas de distanciamiento social podrían seguir destruyendo más empleo del que, hasta ahora, llevamos destruido. Esto, teniendo en cuenta las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), debería hacernos repensar el modelo que debe adoptar la economía mexicana.
Pues, de acuerdo con las últimas cifras del último trimestre, hablamos de una destrucción de empleo que ya se cifra en más de un millón de habitantes. Pues, dicha situación ha provocado que la incapacidad de operar en estas condiciones haya condenado a estos habitantes a perder sus empleos; y, esta cifra, dicho sea de paso, habla de empleos formales, pues de comentar los empleos informales en cómputo con esta, hablamos de una cuantía notablemente superior. Si a esto le computamos ese mayor deterioro previsto por el Fondo Monetario Internacional y ese enfriamiento en el mercado laboral que venía arrastrando la economía mexicana desde antes de la pandemia, estamos hablando de una situación en la que el país, así como sus gobernantes, debería actuar con contundencia, así como con la intencionalidad de aplicar esos diques de contención que, al menos y como la digitalización, frenen esa destrucción de empleo que, en adición a la contracción del PIB prevista y que sitúa la caída en el -10%, deja a la economía mexicana en un estado muy deteriorado.
Por tanto, y al igual que se ha hecho en otros países, México debería apostar e impulsar la digitalización para adaptarse a la nueva normalidad. Y no solo hablamos de una situación en la que los comerciantes, así como las empresas, pudiesen operar, así como operar mejor, sino de una situación en la que, como recoge un estudio de Manpower Group en Latinoamérica, la rentabilidad de las empresas mexicanas, en una situación normal, podría verse incrementada en hasta un 26%, respecto a sus competidores. Además, si a esto le añadimos que dichos procesos de digitalización pueden llegar a incrementar la productividad de dichas empresas en un 30% durante el primer año, así como en hasta un 45% durante el segundo, pocas razones quedan para seguir apostando por modelos tradicionales, los cuales, además, no pueden convivir con esta situación; quedando recogida la muestra durante esta pandemia.
En conclusión, con los datos encima de la mesa y valga la redundancia, existen pocas razones para no apostar por la digitalización en la economía mexicana. El escenario que se presenta refleja un claro pesimismo que solo puede ser suplido con medidas que capaciten a las empresas para adaptarse al nuevo entorno. Si a esto le sumamos la incapacidad a la que se están viendo sometidos los países en Latinoamérica para lanzar medidas que, desde la administración, traten de inyectar capital público para dotar a las empresas de recursos, seguir sin planes que aboguen por la digitalización solo representará un lastre más para una mayor pérdida de empresas, así como de empleo.
El Economista/Forbes