Una tragedia para la humanidad fue el incendio que consumió gran parte de la Catedral de Notre Dame en París. Sus techos de estilo gótico y su imponente aguja habían resistido, durante más de 800 años, estoicas invasiones, revoluciones y las dos guerras mundiales. Pero recién acaban de sucumbir entre el crepitar del fuego originado por una imperdonable negligencia.
Grandes son los lazos de unión entre el emblemático templo parisino dedicado a María, la Madre de Jesucristo, y México. Una de sus 37 capillas está dedicada a nuestra Virgen de Guadalupe, mediante una réplica de la imagen del ayate de Juan Diego. ¿Cómo llegó la Patrona de México a ese nicho?
En 1931, frente al Cristo Crucificado que ocupaba ese sitio, Antonieta Rivas Mercado terminó con su vida pegándose un tiro en el corazón. Ella fue una de las mujeres mexicanas más influyentes del siglo XX, e hija del arquitecto Antonio Rivas Mercado, escultor de uno de los símbolos mexicanos por excelencia: el Ángel de la Independencia.
Antonieta fue una gran promotora de la cultura, las artes y la educación, así como una feminista empedernida. Con José Vasconcelos se relacionó política y emocionalmente. Apostó el patrimonio heredado de su padre en su fallida campaña liberal a la presidencia de la República.
En quiebra y derrotada, viajó a Francia con su pequeño y único hijo. Allá se entrevistó por última vez con Vasconcelos. Al sentirse utilizada y traicionada por él, escribió una nota póstuma deslindándolo de su muerte, y se disparó con un revólver del que previamente despojó al reconocido escritor, político y filósofo oaxaqueño.
Abundan versiones y relatos sobre la llegada de la Guadalupana a Notre Dame. Las menos verosímiles apuntan hacia una iniciativa del presidente Charles de Gaulle, agradecido de sobrevivir a su lucha contra el cáncer por haberse encomendado a la Virgen de Guadalupe.
Las más viables, por lógica y contexto, afirman tratarse de un obsequio del gobierno mexicano a manera de disculpa por el trágico suceso; otras sugieren que fue gracias a gestiones de José Vasconcelos, producto de su remordimiento.
Lo importante es que México cuenta con una Embajadora permanente en París, junto a nuestras banderas que siempre decoran su altar. Al igual que las reliquias católicas conservadas en la majestuosa Catedral, nuestra Virgen sobrevivió al sorpresivo y espectacular incendio.
Un milagro en París; un aviso de que seguramente la presencia de Nuestra Señora de Guadalupe en Notre Dame seguirá resistiendo incólume el embate del tiempo.