No hay que animarse o aventurarse a viajar muy lejos, con poco o mucho presupuesto o en un plan muy extremo, para poder estar de acuerdo con la famosa frase, aparentemente de un anónimo, que afirma que los viajes ilustran.
Existen un sinnúmero de frases alusivas a viajar; de autores anónimos y de otros conocidos. “El que no sale nunca de su tierra está lleno de prejuicios” (Carlo Goldoni, siglo 18). Esta frase del poeta chileno Pablo Neruda del siglo pasado: “Muere lentamente quien no viaja, ni lee, quien no sueña, quien no confía, quien no lo intenta“. Erróneamente se le atribuye al profeta Mahoma la frase “no me digas lo viejo que eres, o lo bien educado que estás, dime cuánto has viajado y te diré cuánto sabes“. El chef Martin Yan tal vez engloba, en un párrafo, la importancia de viajar para quienes tienen responsabilidades relevantes con grandes segmentos de la población en el servicio público y en la definición de políticas, en la administración de industrias, o en promoción de la innovación: “La gente que no viaja, no puede tener una visión global; todo lo que ven es lo que hay enfrente de ellos. Esas personas no pueden aceptar nuevas cosas porque todo lo que conocen está donde viven“. Y no, no se trata necesariamente de regresar de un viaje con fórmulas milagrosas o soluciones a prueba de balas a problemas que tenemos en casa y que en otros lugares han podido solucionar o manejar. Sólo hay que estar abiertos a ver las cosas con un lente distinto; con el lente especial que da el salir de la zona de confort, más allá de la puerta de tu casa u oficina y estar dispuestos a ver las señales que el mundo, allá afuera, nos pone enfrente.
Recientemente visité Londres y, en una caminata de varias horas, vi algo que me puso a pensar en reducir la polarización poniendo en práctica el simple consejo que nos dan, por escrito, las calles del centro de Londres. Por algún motivo allá los autos tienen el volante del lado derecho y circulan por el carril izquierdo. No es fácil acostumbrarse a ver que en las calles todo funciona, más o menos, al revés y quienes no estamos acostumbrados a esa circulación distinta batallamos para adaptarnos. Así, caminar en Londres se vuelve relativamente peligroso ya que quienes no son locales o viven en países donde se maneja del lado contrario a Inglaterra tienden a no mirar hacia el lado correcto de la calle y no ver por dónde circulan los vehículos. Este problema fue analizado en un estudio de la Universidad de Sussex (Look Right! A retrospective study of pedestrian accidents involving overseas visitors to London; Baldwin, A; Harris, T; and Davies, G. – 2008) en el que se sugiere que los turistas peatones de países donde los vehículos manejan en el carril derecho tienen más riesgo de sufrir un accidente en las calles de Londres. Incluso hacen referencia al accidente que sufrió Winston Churchill en una visita a Nueva York, en 1931, cuando un taxi lo impactó por haber volteado en la dirección equivocada antes de cruzar una calle, sufriendo costillas rotas y raspones en la cabeza. Si uno pone atención en las calles de Londres verá que en el piso de muchos cruces peatonales están escritas las frases: “look right”, “look left” e incluso “look both ways“, para advertirle al peatón que tenga más cuidado del habitual mirando a la derecha, mirando a la izquierda o a ambos lados cuando así lo requiera la calle en cuestión según su sentido. Suena simple, pero eso parece ser lo que necesita un candidato o proyecto político para verdaderamente salir de la polarización que impera en México y aspirar a más. Hay que voltear a la derecha y a la izquierda, a ambos lados. Sacar algo de provecho de cada uno, entender al que circula en diferente dirección e integrarlo al plan. No podemos avanzar o cambiar a México si solo vemos para un lado.
Independientemente de la aparente aversión que tiene la mal llamada 4T (por la “T” de “Transformación”), por razones aparentemente “ideológicas”, a lo que se hace o se prueba exitosamente en otros países, debemos seguir exigiendo a quienes diseñen e implementen políticas o proyectos para el desarrollo de México (hoy y en el futuro), que volteen a ver más allá de sus narices; que viajen y vean, que salgan de su zona de confort, de la grilla barata, que sean capaces de adoptar y adaptar lo que funciona y desechar aquello que tercamente queremos hacer que funcione cuando la evidencia dice que es poco probable que funcione. Debemos exigirles que miren hacia ambos lados, hacia arriba, hacia abajo y al espejo para procurar entender causas raíz, posibles opciones de solución y formas de implementar planes de acción. No, un país NO se mejora pintando bardas o camiones, o tapizándolo con espectaculares. Tampoco improvisando sin siquiera haber salido a la esquina a ver qué pasa allá afuera.
Tuve en Londres esa pequeña lección provocada por salir de casa, por caminar calles que no camino y por ir con los ojos (y parte de la mente) abiertos. A final de cuentas, ese proverbio judío que dice “no importa lo que pase, viajar te da una historia que contar” da en el clavo.
Ir a la esquina o al otro lado del mundo nos abre los ojos para entender, comparar, aprender, experimentar con ideas nuevas. O cuando menos da material para una historia.