Así como hay quienes nacen para ser panaderos, bailarines o cirqueros, hay quienes nacen para ser políticos. Lo lamentable es que la política se ha prostituido. Tanto que cada vez la gente acude menos a las urnas. La política es como una vieja puta a la que nadie quiere ver la cara.
Los políticos de antes eran románticos, utópicos, idealistas. Dispuestos a morir por sus ideales. Hoy los políticos son pragmáticos, camaleónicos, cínicos. Han denigrado a la política. Todos sueñan ser como Hank González.
En un solo trazo un monero de El Universal definió así la moral de los políticos: “La moral es un árbol que da moreiras”.
La detención de Humberto Moreira en un aeropuerto de España para ser sometido a juicio por delitos financieros en el ejercicio de su desempeño como gobernador de Coahuila, a petición de una corte estadounidense, ha desatado a los demonios. Hay periodistas que incluso han saltado al ruedo ofreciendo su vida por Moreira porque juran que es un ser impoluto, que les consta –dicen– que no tiene ni una mancha en su kardex político. Qué pena.
El caso de Moreira es una mancha más al tigre. El presidente Peña Nieto ha comprometido la credibilidad de su gobierno por no rendir cuentas ante los señalamientos de corrupción en su contra. La casa blanca, propiedad de la familia presidencial, será recordada como un monumento a la corrupción.
“Mi reino por una casa”, escribió un afamado columnista al juzgar a EPN como un político frívolo y cínico.
El gobierno gasta miles de millones de pesos en el presupuesto de una dependencia federal de “transparencia” y una secretaría de Estado anticorrupción (Secretaría de la Función Pública) que se ocupan de inundar a los medios con publicidad, pero de qué sirve si los mismos políticos desde los partidos y las instituciones manejan de manera discrecional los recursos públicos.
Peña Nieto ha tratado de justificar la corrupción al considerar que se trata de “un fenómeno cultural”. Lo cierto es que los mexicanos están hartos de tanta corrupción. Se ha llegado al límite. Por eso hay mucha irritación social por el caso Moreira.
La corrupción no sólo es un “deporte nacional”, es ya una parte indisoluble en la idiosincrasia de los políticos. La corrupción es su naturaleza. La corrupción política es una palabra tan mexicana que debemos incorporarla al diccionario.
El problema es que para que una palabra sea incorporada al Diccionario de mexicanismos se deben pasar varios filtros. No es cualquier cosa.
No se trata de enchílame está gorda y ya. La Comisión de Lexicografía de la Academia Mexicana de la Lengua, es por así decirlo, la máxima autoridad que tiene la enorme responsabilidad de enriquecer en voces y acepciones el léxico que compone nuestro lengua.
Tan es así que la segunda edición del Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua que fue publicado en 2010 ha sido motivo de una revisión total para renovarlo en su estructura. Se espera que a mediados de 2016 se publique en su versión impresa y posteriormente acondicionarlo para su consulta gratuita en línea.
La Comisión de Lexicografía está integrada por investigadores, literatos y lingüistas de todas las academias y de las más variadas especialidades. No sería mala idea ir definiendo un capítulo para el tema de la corrupción y la clase política. Comenzar, por ejemplo, con la definición del sinónimo de “político” igual a “corrupción”. Aquí cabrían partidos políticos, diputados, senadores, alcaldes, gobernadores, presidentes, primeras damas, asambleístas, delegados, líderes partidistas, líderes sindicales y sociales, diplomáticos, embajadores y cónsules, jueces, ministerios públicos, magistrados, ministros de la corte, policías, agentes judiciales, militares, empresarios, periodistas y medios de comunicación, etcétera, etcétera…
Tal vez el diccionario sería insuficiente. Acaso se podría extender a una enciclopedia temática, por áreas y sectores en todos los ámbitos de nuestro país.
Al sinónimo de político igual a corrupción, se podría agregar la palabra “impunidad”.
Humberto Moreira –proveniente de una familia de modestos profesores normalistas, que vivieron en un barrio pobre de Saltillo con las limitaciones económicas de su profesión– se hizo rico a la sombra del poder asumiendo la política como una guía de superación personal. Como sus padres fue un modesto profesor protegido de La Maestra cuando ésta reinaba sobre el SNTE. Con el apoyo de Elba Esther Gordillo escaló los peldaños de la política. Se hizo rico y comenzó a vivir en una atmósfera de un lujo desafiante. En la conformación de su riqueza involucró ingenio e imaginación y una compleja red de complicidades. En su gobierno falsificó documentos para obtener de manera ilícita fondos multimillonarios de bancos privados endeudando a numerosas generaciones de coahuilenses.
¿Como él cuántos moreiras hay por ahí? Los gobernadores son auténticos virreyes que se despachan con la cuchara grande de los presupuestos. Coahuila es sólo un ejemplo porque igual están Quintana Roo, Jalisco, Nuevo León, Puebla, Veracruz, el Distrito Federal, Guerrero y un largo etcétera.
Ahora que Moreira se remueve en su muladar, sus correligionarios del PRI voltean para otro lado y se tapan la nariz por el hedor.
Enrique Peña Nieto quien públicamente se ha ufanado de ser un lector voraz de la Biblia en el Evangelio priista como su principal predicador ha señalado a los fariseos de su gobierno:
“quienes estén libres de pecado que tiren la primera piedra”.