¡Muchas gracias Mr. Roboto!

Gracias a que la automatización hace que los empleos se vuelvan cada vez más obsoletos, la política de garantizar a todos los ciudadanos un ingreso básico universal está ganando apoyo en todo el mundo. La gran pregunta es: ¿Es posible financiar esa prestación sin aumentar los impuestos o desencadenar una hiperinflación? La creencia popular es que esa disparatada idea no es posible sin aumentar los impuestos, que es una locura que solo se le puede ocurrir a una persona que padece de sus facultades mentales o en el peor de los casos, que viene de alguna corriente “populista” (Palabra de moda en época electoral). Alguna vez leí que no porque la mayoría de la gente crea en algo, quiera decir que eso sea verdad; Oscar Wilde decía que, en cuestión de religión, la verdad es simplemente una opinión que ha sobrevivido. En economía funciona de la misma manera.

En mayo de 2017, un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford publicó los resultados de una encuesta realizada a los mejores expertos en inteligencia artificial del mundo; ellos predicen que existe un 50 por ciento de probabilidades de que, dentro de los próximos cuarenta y cinco años, la Inteligencia Artificial supere a los humanos en todas las tareas y se espera que todos los trabajos humanos se automaticen en los próximos 120 años; cabe señalar que los encuestados asiáticos lo dan por un hecho mucho pronto que los norteamericanos.

En teoría, eso significa que todos podríamos retirarnos y disfrutar de la tan prometida era del ocio universal; sin embargo, la preocupación inmediata para la mayoría de las personas es que perderán y cederán sus empleos a las máquinas. Esto nos lleva a entender el reciente interés en un Ingreso Básico Universal (IBU): una suma de dinero distribuida equitativamente a todos. Esa política se ha propuesto en varios países y en varias ciudades se han promulgado para servir como plan piloto; los resultados han sido tan exitosos que los políticos de toda Europa, incluido el líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, se han pronunciado a favor del concepto. Los defensores en los Estados Unidos de Norteamérica van desde Robert Reich a Mark Zuckerberg, Martin Luther King, Thomas Paine, Charles Murray, Elon Musk, Dan Savage, Keith Ellison y Paul Samuelson. Un nuevo estudio económico encontró que un IBU de $1000 dólares por mes para todos los adultos agregaría, en ocho años, $ 2.5 billones a la economía de ese país. También es cierto que los programas de ayuda social como (welfare) pueden fomentar la pereza, debido a que los beneficios disminuyen a medida que aumenta el ingreso por trabajo. Sin embargo, los estudios han demostrado que un IBU distribuido por igual, independientemente de los ingresos, no tiene ese resultado; en 1968, el presidente Richard Nixon inició una prueba exitosa que muestra que el dinero tuvo poco impacto en las horas de trabajo de los beneficiarios. Las personas que sí redujeron su tiempo laboral se involucraron en otras actividades socialmente valiosas y los jóvenes que no trabajaban pasaron más tiempo en las universidades, educándose. El análisis de un plan piloto similar, ejecutado en Canadá, encontró que las tasas de empleo entre los adultos jóvenes no cambiaron; mientras las tasas de finalización de estudios secundarios aumentaron y las tasas de hospitalización disminuyeron en un 8.5 por ciento. Los estudios también han demostrado que, en realidad, sería más barato distribuir fondos a toda la población que administrar los servicios de asistencia social que los gobiernos ofrecen.

Quienes defienden el statu quo, con sordera selectiva, escogen lo que quiere escuchar; como por ejemplo en el caso de Inglaterra en donde se ha calculado que, si el presupuesto de planes de bienestar del Reino Unido se dividiera entre los 50 millones de adultos del país, cada uno obtendría £5,160 por año, los conservadores dicen que por desgracia eso no es suficiente para cubrir las necesidades básicas de supervivencia en una economía moderna; entonces, lo que sigue es que los impuestos deben aumentarse, se debe incurrir en deuda adicional y/o recortar programas asistenciales; todo lo cual sería contraproducente para cualquier gobierno y sociedad. Hasta allí les da la cabeza.

La otra opción es lo que se le llama “flexibilización cualitativa”, una forma de expansión cuantitativa del banco central en la que el dinero fluye directamente hacia la economía real y no simplemente hacia los bancos, es el otrora ridiculizado “dinero helicóptero”. Un Ingreso Básico Universal como política monetaria estimularía la productividad sin aumentar los impuestos. El economista ganador del Premio Nobel, Joseph Stiglitz, exvicepresidente senior del Banco Mundial, explica que cuando el gobierno gasta más e invierte en la economía, ese dinero circula y recircula una y otra vez; por lo tanto, no solo genera empleos una vez, sino que la inversión genera empleos varias veces. El resultado es que la economía crece como un múltiplo del gasto inicial, las finanzas públicas se vuelven más sólidas a medida que la economía crece, los ingresos fiscales aumentan y la necesidad o exigencia de que el gobierno pague beneficios de desempleo o respalde programas sociales para ayuda sectores vulnerables de la población, desciende. A medida que aumentan los ingresos tributarios como resultado del crecimiento y a medida que estos gastos disminuyen, la posición fiscal del gobierno se fortalece.

El mito popular a cualquier tipo de movimiento en el que ingrese dinero nuevo en la economía real es, que cuando la oferta monetaria crece demasiado, los precios al consumidor se disparan y ese proceso no puede revertirse. Ese mito se fortalece con el argumento que, si el dinero se gasta en un dividendo nacional, infraestructura o el presupuesto del gobierno, estaría circulando en la economía y éste no sería recuperable por el banco central.

La realidad es que el gobierno no necesita depender del banco central para retirar el dinero cuando si se disparara una hiperinflación (suponiendo que eso pasara haga alguna vez; en los Estados Unidos no ha ocurrido después de casi nueve años y $ 3.7 billones inyectados a la economía). Como observa el Prof. Stiglitz, el dinero emitido por el gobierno volverá a éste simplemente a través de un aumento en los ingresos fiscales generados por el propio Ingreso Básico Universal; el ciclo del dinero se cierra debido a la “velocidad del dinero”, es decir, la cantidad de veces que se intercambia un dólar, o cualquier moneda, en un año; el dólar va del agricultor al tendero, al propietario, al peluquero, al albañil y así sucesivamente. En una buena economía, la velocidad del dinero es aproximadamente de siete; cada receptor pagará impuestos sobre este mismo dólar a medida que éste cambia de dueño.

El ingreso fiscal total como porcentaje del PBI es ahora del 26 por ciento; por lo tanto, un dólar nuevo del PIB resulta en alrededor de 26 centavos de aumento en los ingresos fiscales. Asumamos que cada uno de los siete intercambios son gravables, un dólar al cambiar de dueño siete veces puede generar ingresos tributarios de $1.82 dólares ($7.00 x .26 = $1.82). En teoría, el gobierno obtiene más de la economía que lo que le inyectó a la misma.

En la práctica hay una gran cantidad de fugas en estas devoluciones de dinero debido a lagunas y deducciones; pero cualquier déficit se puede compensar de otras maneras, como puede ser la revisión y cierre de las lagunas fiscales, gravar los 21 billones de dólares ocultos en paraísos fiscales extraterritoriales o el establecimiento de un sistema de bancos públicos que recaude el dinero para el gobierno vía intereses.

Un documento publicado por la Reserva Federal de San Francisco en 2012 señala que un dólar invertido en infraestructura genera al menos dos dólares en PIB y aproximadamente cuatro veces más que el promedio durante las recesiones económicas. No se sabe en realidad si son $4 u $8, pero supongamos que sólo es $4. Multiplicar $4 por $0.26 en impuestos devolvería todo el dinero originalmente gastado en infraestructura al gobierno, año tras año, todos los años.

¿Qué hay entonces de la fórmula de inflación que típicamente se enseña en la clase de economía?

Se ha demostrado que dicha suposición es falsa, aunque la reciten de memoria, como el Credo, en las clases y escuelas de economía. La fórmula es “MV = Py” y significa que cuando la velocidad del dinero (V) y la cantidad de bienes vendidos (y) son constantes, agregar dinero (M) debe aumentar los precios (P); como en todas las teorías económicas que solo son verdaderas en condiciones controladas, se les pasó el detalle que, en la dinámica real de la economía, tanto la velocidad del dinero (V) como la cantidad de bienes vendidos (y) no son constantes.

Cuando las personas tienen más dinero para gastar (M), más dinero cambiará de manos (V) y se venderán más bienes y servicios (y); la demanda y la oferta aumentarán juntas, manteniendo los precios estables. Lo contrario también es cierto; si la demanda (dinero) no aumenta, la oferta o el PIB no subirán; es decir, si hay escasez de dinero en la economía los productos o servicios para la venta se disminuyen. El dinero debe existir primero, debe estar buscando bienes y servicios antes de que los productores y patrones agreguen la fuerza laboral necesaria para crear más suministros. La única manera que los precios suban es cuando la demanda se satura y la productividad alcance su capacidad máxima, lo cual está muy lejos de ocurrir a pesar de algunas cifras oficiales engañosas que omiten a las personas que han dejado de buscar trabajo o que trabajan solo medio tiempo.

En enero del 2017, se estimó que el 9.4 por ciento de la población de los Estados Unidos está desempleada o subempleada. Sin embargo, existe el gran potencial de expansión de los robots, las computadoras y las innovaciones, como las impresoras 3D, que pueden funcionar las 24 horas del día sin pago de horas extras y sin seguro médico.

El fantasma que es invariablemente planteado para impedir que los políticos y el electorado inyecten dinero nuevo en el sistema es el temor por repetir las notorias hiperinflaciones de la historia; pero esos desastres no se debieron a la impresión de dinero del gobierno para estimular la economía, sino que cada hiperinflación en la historia ha sido causada por el servicio de la deuda externa que colapsa la tasa de cambio. El problema casi siempre ha resultado de tensiones en moneda extranjera, no del gasto interno; primero, la tasa de cambio se hunde a medida que la economía paga sus obligaciones en el extranjero, estos pagos provocan la caída del tipo de cambio, lo que aumenta el precio en moneda nacional de las compras de importaciones con precio en monedas fuertes. Este aumento del precio de los bienes importados crea una nueva escala de precios para que los precios nacionales sigan el ejemplo y se crea la necesidad de más dinero interno para financiar la actividad económica a ese nuevo nivel de precios.

En una economía estancada, un IBU puede crear la demanda necesaria que limpie las estanterías de productos no vendidos e impulsar una nueva productividad. Los robots no compran comida, ropa o aparatos electrónicos; la demanda debe venir de los consumidores y para eso necesitan dinero para gastar. A medida que los robots asumen cada vez más puestos de trabajo humanos, las opciones serán un Ingreso Básico Universal o dejar que la mitad de la población muera de hambre. El IBU no es un subsidio ni un programa social; es simplemente un dividendo pagado por vivir en el Siglo XXI, cuando la automatización nos ha liberado para disfrutar un poco del tiempo libre y participar en actividades más significativas.

EL MAGO DE OS

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