“Un cartel es un grito que se lanza desde la pared. Aparentemente silencioso, su terreno no es el del sonido: es un grito visual. Una alarma. Un aviso. Un recuerdo urgente.” Así lo describe Josep Renau Berenguer, artista que se exilió en México consumada la guerra civil española y que terminó por cautivarme con su definición de afiche.
Los muros son soporte de expresiones poderosas que incomodan realidades, que motivan luchas históricas apoderándose de las calles, se fusionan en el urbanismo. Son como gritos lanzados a la cara de todos.
Los eventos históricos tienden a excitar el arte y a principios del siglo XX, se produjo un movimiento que cambiaría las artes visuales, la Revolución Rusa. La clase trabajadora sufría condiciones miserables por un estado en decadencia, un pueblo reprimido, huelgas y disturbios provocados por la ineptitud del zar Nicolás II que prendió la revolución en San Petersburgo años después. En 1917 puso fin a su reinado y las proclamas rebeldes se difundieron por la vanguardia artística transformándose en el medio de expresión; el cartel político revolucionaba el arte moderno.
Hace dos años presencié en el museo Les Abattoirs de Toulouse “Picasso y el exilio. Una historia del arte español en la resistencia” donde los alaridos y la tensión social de la Guerra Civil española, fueron muestra de la conmemoración de ocho décadas del exilio de artistas españoles en Francia.
Unión, esfuerzo, defensa, milicia, mujeres libres, victoria, voluntad, disciplina, juventudes libertarias, civilización y lucha fueron las consignas que al muy estilo gráfico soviético de principios de siglo, estos artistas refugiados utilizaron durante la pugna franquista con fotomontajes, diseños lineales, tipografías nuevas y una narrativa que proyectó las heridas abiertas de un país dividido por posiciones ideológicas y políticas del régimen que gobernó España por 40 años.
La atracción principal fue Picasso, pero esta parte de la exhibición me impactó, no solo por la exquisita manufactura, diseño, mensaje e impresión de los carteles, sino por el grito mudo de la valiente y decidida sociedad española, quienes muchos de ellos no pudieron velar sus difuntos quedándoles solo resignación y silencio; donde el desaliento golpeó sin saber, si es mejor la memoria u olvido; de quienes tuvieron en la piel las huellas del silencio y represión.
Por supuesto que España no es la excepción, en las calles de cualquier país apreciamos mensajes y observamos que el arte es producto de sus tiempos. En paredes grafitadas de barrios y avenidas, en baños públicos hasta los más soberbios murales de grandes artistas en nuestro país, como Siqueiros, Rivera y Orozco, quienes con su movimiento artístico a partir de 1920 acercaron al pueblo con la historia de nuestro México para generar conciencia sobre la desigualdad e injusticia social.
Escuchemos los muros. Tomémoslo como un ejercicio de la memoria o como una advertencia, un inevitable debate público para interpretar el sentir social que por el momento se siente ausente, pero que nos demanda a todos combatir la violencia, represión y castigo de aquellos que no pudieron decidir con libertad y gritar su futuro.