Durante muchos años las empresas trasnacionales del occidente le apostaron a la estrategia conocida como offshoring; es decir, privilegiaron el envío de sus plantas productivas, sobre todo las intensivas en mano de obra, a lugares remotos, principalmente a países asiáticos, aprovechando sus bajos costos de mano de obra, lo barato de la transportación y logística, y los avances tecnológicos en comunicaciones.
Ese modelo se fue agotando paulatinamente por las enormes diferencias en los usos horarios, en la cultura y en las leyes, entre otras, pero tocó fondo con la pandemia, cuando las cadenas de suministros se vieron seriamente afectadas por fallas en la proveeduría y por el incremento exponencial de los costos de transporte.
Ahora la estrategia preponderante es el nearshoring, que consiste en situar las plantas productivas cerca del mercado al que proveerán. Esto abre una ventana de oportunidad para México por varias razones. La vecindad entre México y Estados Unidos, que es el centro de consumo más grande del mundo, nos coloca en una posición privilegiada. El T-MEC, que permite la entrada a los países del norte de la mayoría de nuestros productos sin arancel, es una ventaja única. El deterioro de las relaciones entre China y Estados Unidos nos ofrece la oportunidad de tomar ese lugar.
A pesar de los incrementos en el salario mínimo el costo de la mano de obra mexicana sigue siendo muy bajo comparado con el de nuestros socios comerciales, además de que el nivel técnico y educativo de nuestra población, sobre todo en los estados del norte, es muy competitivo. Las cadenas de suministros se fortalecen para ofrecer seguridad y rapidez, y la infraestructura logística, aunque con áreas de oportunidad, permite la movilidad necesaria de los productos y servicios.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Existen algunas circunstancias que ponen en riesgo la llegada de proyectos. Una es la inseguridad que padece el país y que espanta las inversiones, las que se suscriben preferentemente en estados que privilegian su combate permanente, como Coahuila. La fragilidad del estado de derecho es un golpe artero a la atracción de nuevas empresas, las que no quieren correr el riesgo de incumplimientos de contratos y cambios imprevistos en las reglas de juego.
La política energética que está siguiendo el país no abona a la instalación de firmas extranjeras, no solo porque no se garantiza el abasto futuro de electricidad que requieren, sino porque los acuerdos internacionales establecen la utilización de un mínimo de energías renovables para que esos productos puedan entrar a otras economías, como la de Estados Unidos.
El nearshoring es una realidad. La saturación de los parques industriales en algunas ciudades de Coahuila y Nuevo León es prueba de ello. Pero es importante que trabajemos en vencer los obstáculos que existen para que los beneficios sigan llegando y sobre todo que lleguen a todo México.