¿Qué significa nuestro “segundo piso”? Me presento ante ustedes, de frente y con transparencia para explicarles porqué deben considerar apoyar y emitir su voto por este proyecto que lidero. Sí, es época electoral y existen muchos tonos de gris que no se usan para describir y reportar lo que un proyecto u otro representan. Nos hemos acostumbrado a que todo es blanco o negro, positivo o negativo, según la preferencia de quien reporta lo que sale de las campañas o candidatas.
También, nosotras las candidatas, con frecuencia, nos hemos vuelto inmunes a la crítica y a las propuestas razonables que deberían ser adoptadas pero que se ignoran selectivamente por provenir de quien no se identifica con el movimiento que representamos; es importante reconocerlo y corregir, ya que en un verdadero proyecto de transformación todos deben caber, por más que la prioridad sigan siendo los pobres y los menos favorecidos, aquellos olvidados por décadas. Por eso, es conveniente hacer estos ejercicios de comunicación directa, sin filtros que pongan los puntos sobre las íes y no permitan, o al menos reduzcan, la cotidiana tergiversación de lo que se hace o dice desde mi campaña o incluso desde la campaña de los de enfrente.
Estoy convencida del proyecto de nación que ha tomado forma estos últimos 5 años y de que es necesario consolidar los avances logrados en distintos temas. También es importante cambiar la inercia y la percepción que hemos proyectado de creernos infalibles. Nadie es infalible; nosotros no somos la excepción y no podemos caer en la tentación de perder el piso al rodearnos de incondicionales que no son capaces de señalarnos cuando nos equivocamos o cuando podemos tener una mejor solución a los problemas que enfrenta nuestro país. Desterrar la simulación de infalibilidad es una de nuestras prioridades, ya que ese es el primer paso para reducir la polarización que nos divide. Un país fuerte, un proyecto de nación sólido, no puede ser exitoso con los niveles de polarización que hemos alcanzado. Es mi intención dialogar, comunicar, trabajar de una forma en la que pueda empujar nuestro proyecto al mismo tiempo en que promovemos una reducción de la polarización para sumar a tantos como sea posible, pero también para que aquellos que no comulgan con nuestras ideas y planes no sean totalmente excluidos de los beneficios que arroja un país con menos pobres, con más oportunidades y con una forma distinta de gobernar. Debemos reconocer que las políticas y circunstancias de las últimas décadas han generado que tengamos más de un México. El de los muy ricos, el de una clase media que se reduce y el de un número inaceptable de pobres que nacieron y morirán pobres si no hacemos nada por remediarlo; un México en el norte y otro en el sur; un México de patrones y otro de servidumbre; el México de quien puede trabajar desde casa y el de aquel que tiene que pasar 3 o 4 horas en transporte público para ir y venir a un trabajo que paga poco.
Haber detenido la tasa de crecimiento de los homicidios no es suficiente y no es motivo de festejo. Es doloroso ver que hay casi cien asesinatos cada día, que las carreteras dejaron de ser seguras para quien las usa, que nuestra juventud está amenazada por las adicciones. Nuestro proyecto deberá ser capaz de mejorar sustancialmente la seguridad y combatir efectivamente a los carteles del crimen organizado. Y ya que hablamos de carteles, no podemos ignorar que el primer piso de nuestro proyecto no ha sido capaz de poner orden y combatir a “los otros carteles”, los que dominan grandes sectores de la economía y que tienen en el consumidor a su víctima preferida. Nuestra economía no podrá aspirar al crecimiento sólido, sostenido y necesario que necesitamos si no ponemos atención a los carteles, de todo tipo. Hablar de un segundo piso significa reforzar lo que se ha hecho bien, pero también corregir lo que se ha hecho mal. De nada nos sirve la experiencia política y los años en el servicio público si no somos capaces de cuestionar diagnósticos a modo y de inculcar en nuestro equipo, de campaña y de gobierno, la necesidad de confiar, pero verificar; de festejar los logros, pero también de reforzar la marcha cuando algo no sale bien. Insisto, no somos infalibles y la ideología de izquierda que abanderamos será solo una nota al pie de ese libro de lo que pudo y debió ser si no somos capaces de entender que antes que nada NO somos infalibles y que el aplauso fácil, pero no merecido, es el peor enemigo de un movimiento de verdadera transformación. Por eso, mi compromiso contigo es el de hacer una campaña seria, capaz de reconocer errores y reforzar lo que se ha hecho bien.
Rodearme de personas capaces que no estarán de adorno ni por su habilidad de aplaudir para llenar mis silencios; personas preparadas a las que escucharé y con las que me apoyaré; personas alineadas con el proyecto, pero confiadas de poder estar en desacuerdo y debatir conmigo. Mi campaña es una que necesita de tu voto y que, cuando ganemos, buscará convencer y sumar a nuestro proyecto a quienes tienen reservas de lo que representamos y lo que somos.