“-Quizás porque no comprendo el poder, el mecanismo por el cual un hombre o mujer se sienten investidos o se ven investidos del derecho de mandar sobre los demás y de castigarlos si no obedecen. Venga de un soberano despótico o de un presidente electo, de un general asesino o de un líder venerado, veo el poder como un fenómeno inhumano y odioso. “Oriana Fallaci se entrevista a sí misma” (2005), Oriana Fallaci.
Fueron los rusos los que establecieron este termino designando al poder escondido que domina a los gobiernos, en pocas palabras el poder tras el trono.
La fase doctrinal no surge, como erróneamente algunos tratadistas manifiestan durante el estatismo de los comunistas en Rusia, sino durante la edad media, con aquel grupo de nobles que impedían que el Rey hiciera su voluntad plena o que sus órdenes fueran cumplidas al pie de la letra.
Tocqueville, menciona en “La democracia en América”, que este poder tras el trono impedía el absolutismo pero con la Revolución arribo la burocracia y con esta: “Habían dejado a los antiguos poderes su viejos nombres, sus honores, pero les sustrajeron poco a poco su autoridad”.
La Nomenklatura se establece en México en el régimen del segundo Imperio, el de Maximiliano, quien fue absorbido por los políticos, militares y religiosos, que primero lo escuchaban, luego le decían “si su alteza” a todo, pero no hacían lo que les pedía (¿Dónde he escuchado esto? Recordé mí tiempo en Puebla).
Posteriormente Don Porfirio sufrió de las consecuencias de contar con un grupo de asesores: los Científicos, que terminaron minando no solamente el poder, sino la salud del tirano.
Los regímenes revolucionarios legaron el poder de los Generales a los Licenciados y con ellos, el grupo de influencia incluyo a los representantes de la más recalcitrante burocracia, los ex presidentes, las logias masónicas y los dueños de los medios de producción, como acompañantes permanentes en el diario quehacer y disponer del mandatario en turno.
Esto es, el gran Tlatoani, siempre flanqueado por un séquito que igual lo obedecía a conveniencia, que lo entregaba al cadalso llegado el momento.
A partir del régimen de Echeverría, el poder político de la Nomenklatura se tornó también económico y pronto el grupo se dio cuenta de la enorme influencia que este elemento sugería al régimen de dominio de las cosas.
El Grupo Atlacomulco de raíces en los cuarenta, es el ejemplo más clásico de esta figura que influye de tal manera en los destinos del país, que aún hoy en la oposición, es el punto de referencia para que la derecha y la prehistórica izquierda que tenemos, consideren sus providencias para cualquier elección.
Estos grupos definitivamente están exentos de patente, ya que en el Panismo, la Nomenklatura del Yunque y del Grupo de los 10 de Monterrey, han estado tomando decisiones en el país en la última década por ejemplo. Uno es el que representa, pero otros son los que en realidad mandan, parecería la consigna de esta etapa política, en la que el voto, viene a ser la única arma ciudadana frente a los poderosos.
Parecería que la fórmula de la política en el país, es: “que no es importante saber quién eres, cuáles son tus credenciales, sino con quien estas” al decir de Prasad.
Dime con quien te juntas y te diré como te va a ir, es la referencia. Una cultura política en el que la etiqueta, es mayor al proyecto y al hombre.
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