Trump está más que dispuesto a provocar serios descalabros al liderazgo de los EU no sólo en la región, sino en el planeta.
El miércoles nos despertamos con dos notas importantes por sus posibles repercusiones para la economía mexicana: la conclusión de la tercera ronda de negociaciones del TLCAN 2.0, y la propuesta fiscal del beligerante agente naranja. Empecemos por esta última.
En el planteamiento de la Casa Blanca se contempla una reducción de la tasa de impuesto sobre la renta (ISR) de las empresas, del 35 al 20 por ciento. En el caso de las personas físicas, el régimen actual del ISR tiene siete categorías de ingreso, cada una con una tasa específica, la cual varía del 10 por ciento para los niveles de ingreso gravable más bajos, hasta el 39 por ciento para los más elevados. Donald Trump reduce a tres las categorías y tasas de este impuesto, siendo 12 por ciento la menor, 35 la mayor y 25 la intermedia. También se incluyen dos medidas más: La eliminación del impuesto de sucesiones y la ampliación de la deducción básica para personas a 12 mil dólares y 24 mil para las parejas.
Se trata de un precioso regalo para los sectores más opulentos de la economía estadounidense, pues incluso el ISR a las personas físicas eleva la carga fiscal para los sectores de menores ingresos (del 10 al 12 por ciento), en tanto la relaja para la élite (del 39 al 35 por ciento).
De aprobarse la iniciativa en sus términos actuales, una de sus consecuencias será la profundización de las ya de por sí elevadas desigualdades de ingreso en los EU. De igual forma, se agudizaría el desequilibrio presupuestal y se dispararía la ya estratosférica deuda pública del imperio del norte. Por la forma como los EU fondean su deuda pública, una parte relevante se colocaría en el extranjero, lo que también agravará el déficit comercial de esa economía, tema que supuestamente turba el sueño del falso copetón anaranjado.
A diferencia de las reiteradas derrotas legislativas que sufrió Trump en su intento por descarrilar el Obamacare, esta iniciativa contará con mayor respaldo entre los diputados y senadores republicanos, por lo cual, seguramente con varias modificaciones, saldrá adelante en el Congreso de ese país.
La reacción inmediata en los mercados cambiarios internacionales fue el fortalecimiento del dólar. El peso salió particularmente raspado en estas escaramuzas, ¿Por qué?
Pues porque una disminución de la carga fiscal en los EU ejercerá una presión equivalente sobre el sistema fiscal en México. Para mantener la competitividad impositiva, nuestro País tendrá que reducir la carga fiscal sobre las empresas.
Pero nuestro País, a diferencia de nuestros vecinos, no puede financiar su déficit imprimiendo billetes con los cuales pueda fondear sus compras internacionales. Si el Gobierno mexicano eleva la emisión de billetes para financiar su desequilibrio fiscal, generará inflación y una presión adicional sobre el peso.
Tampoco queda mucho espacio para reducciones adicionales del gasto, pues la inversión pública se encuentra en sus mínimos históricos y los desastres naturales pasarán una elevada factura a las finanzas federales.
Los apoyos federales a las regiones afectadas, así como una eventual disminución de la recolección de impuestos, representan una amenaza para las finanzas de Coahuila en los años por venir, especialmente en el caso de una entidad con los niveles de deuda heredados tras la docena trágica.
Respecto al TLCAN 2.0, la tercera ronda de negociaciones se cerró también el miércoles de esta semana. Se anunció la conclusión del primero de los 28 capítulos contemplados; el de modernización de las pequeñas y medianas empresas (Pymes). Igualmente se reportaron avances importantes en los temas de telecomunicaciones, aduanas y facilitación comercial, así como progresos menos relevantes en comercio digital y buenas prácticas regulatorias.
Sin embargo, las diferencias en los puntos de mayor controversia no sólo no se han zanjado, sino que parecen profundizarse. EU no deja de insistir en su intención de reducir el déficit comercial con sus socios de Norteamérica, incrementar el contenido regional de las exportaciones y eliminar el capítulo 19 del tratado actual (relacionado con los mecanismos de solución de controversias comerciales en casos de dumping). Adicionalmente expresó su intención de demandar restricciones estacionales a las exportaciones de productos agropecuarios. Finalmente, en alianza con Canadá, presionan a México para disminuir la brecha salarial entre los tres países.
Si tuviéramos la certidumbre de que el líder de los EU busca defender los intereses estratégicos que benefician a su país, las posibilidades de una negociación exitosa serían elevadas, pues es claro que las tres naciones han obtenido ventajas competitivas del TLCAN. Pero el agente naranja ha dado suficientes evidencias de que sus decisiones obedecen a una “racionalidad” muy diferente y que está más que dispuesto a provocar serios descalabros al liderazgo de los EU no sólo en la región, sino en el planeta.
adavila_mx@yahoo.com.mx