Hace días mi mujer compró una pequeña jaula,
En San Miguel de Allende.
Luego le insertó unas alas de madera.
En ella encerré mi corazón.
Ahí está latente, ágil, potente, lustroso,
Atento a cada latido, a cada sentimiento.
Pienso que es mejor ese lugar que en mi cuerpo,
Fugitivo, achacoso, invadido de colesteroles,
Triglicéridos, glucosas, bilirrubinas, amoniacos
Y altas presiones.
Lo veo vigoroso a diario y se me ocurre, no sé,
Comprar dos jaulas más con alas y ahí encerrar
Mi hígado y mis pulmones.
No tendrán mejor sitio, digo yo.
Solo lo pienso.