Todo saltillense conoce la avenida Otilio González que atraviesa la capital coahuilense por el sur de su centro histórico hasta desvanecerse en los confines orientales de la ciudad. Lo que pocos saben es el origen de su nombre, los méritos de la figura que busca homenajear. ¿Quién fue Otilio González Morales y por qué mereció el reconocimiento de que una arteria tan importante haya sido nombrada en su honor?
Otilio es un mártir político de Coahuila que murió, a sus 33 años, por perseguir sus ideales. Nació en 1894 en el humilde barrio del Ojo de Agua, ahí donde se fundó en tiempos coloniales la ciudad de Saltillo. Su primera batalla fue contra la pobreza congénita, la que logró sortear gracias a su gran capacidad discursiva, sus dotes natos de orador y su tenacidad permanente.
Consiguió una beca del ayuntamiento en el Ateneo Fuente en su natal Saltillo, primero; y en la Escuela de Derecho, en la ciudad de México, después. Desde entonces daba muestras de sus atributos de poeta, mismas que consolidaría en dos sencillos libros de poesía: “Incensario” y “De mi rosal”.
Su congruencia ideológica lo llevó a conocer la hiel del exilio. Pero lejos de deprimirse ocupó su tiempo en actividades productivas. En Houston se casó y en la Habana despuntó en los círculos literarios. Cuando su esposa se adelantó a México con una creatura en el vientre, Otilio no soportó estar lejos de su familia y utilizó su ingenio para ingresar a México, donde su presencia estaba prohibida por órdenes del mismo Calles, por haberse negado a ser orador en su proyecto político.
Y no se había unido a la causa callista por dos razones: su congruencia ideológica y su lealtad política. Estaba en contra de la reelección de Obregón que el presidente Calles impulsaba, modificando incluso la Constitución para este efecto. Además, ya había comprometido su lealtad con Francisco Serrano, candidato opositor en esa contienda.
En algún momento de desesperación le ofreció a su familia alejarse de la vida pública, pero como dijo su hermano, “era tarde, estaba ya infectado con el virus de la política”. Así que siguió su camino por esa senda, llegando a ser incluso diputado federal en 1922.
En Huitzilac, Morelos, encontraría su fatal destino. Ahí sería apresado, junto con el candidato Serrano y otra docena de correligionarios por orden de los sonorenses. A pesar de tener las manos atadas a la espalda con alambre de púas y ser el último en la ronda de ejecuciones, dicen los asesinos que fue el único que no imploró por su vida. “Soñador”, así lo describiría su verdugo años después. Con la postura mostrada incluso en el patíbulo, fue congruente hasta con sus poemas: “Oh, muerte, no te huyo”.
Otilio González abrevó la poesía de Manuel Acuña, la ideología antirreeleccionista de Francisco I. Madero y la institucionalidad democrática de Venustiano Carranza, coahuilenses todos que, como él, vivieron intensamente y murieron en la apoteosis de su existencia, con la esperanza de un México mejor.
Este octubre celebramos el 96 aniversario de su muerte. Este mes recordamos al héroe desconocido, al gran coahuilense y al gran mexicano que fue Otilio González.