Inicia un nuevo año y con él, se renuevan las posibilidades, se regeneran las esperanzas, se actualizan las intenciones. Las agendas de los nutriólogos se saturan y los gimnasios se llenan. Todos queremos comenzar el año con el pie derecho y esta vez hacer las cosas bien.
Nos dicen que el nuevo año es como una hoja en blanco sobre la cual empezaremos a escribir una nueva historia, como si el ayer no existiese. Claro que escribiremos sobre ella, pero solo un capítulo más de la historia, nuestra historia. Y ese capítulo es una continuación de los anteriores en el que siempre podremos tomar decisiones que influyan en los posteriores, así como en este quizá se cosechen los frutos de las acciones previas: quien sembró semillas benignas colectará flores, quien sembró vientos, cosechará tempestades.
Son tiempos que todos nos deseamos cosas buenas, lo mejor. Sin embargo, eso ni es posible ni es deseable. El ser humano aprende de los errores, crece ante los fracasos y se fortalece de las desgracias. Todo tiene solución, menos la muerte, por eso es importante que sigamos cuidando nuestra salud, hoy más que nunca.
Prosperidad, felicidad, paz y amor son las palabras más socorridas en estas fechas como deseos hacia nuestros seres queridos, como si la simple intención fuese suficiente para garantizar su aparición. Desgraciadamente el mundo no funciona así. Lo que debemos desearnos es trabajo, esfuerzo y, a veces, sacrificio, solo así conseguiremos la prosperidad para nosotros y nuestras familias.
La felicidad no se gana por decreto ni se consigue con buenas intenciones. Tampoco es una meta en sí, sino una actitud ante la vida, el sentimiento que debiera prevalecer en nosotros mientras recorremos el camino del destino. La felicidad se forja, se trabaja, se motiva. Es un sentimiento que se genera por decisión propia y por nuestra relación con los demás.
La paz nos la otorga nuestra tranquilidad de conciencia, el saber que hemos cumplido con nuestro deber y con nuestras responsabilidades. El obrar correctamente, aún cuando nadie nos vea; el dar nuestro mejor esfuerzo, aún cuando no se nos pida; el tender la mano a la persona caída, aún cuando no se lo espere, eso trae la paz interior.
El amor no se da ni se recibe por obligación, pero sí por decisión. Es cierto que viene programado de nacimiento para con nuestros familiares, pero si no se cuida y se fortalece, puede verse afectado. El amor para el prójimo es una actitud que, cuando se ofrece con sinceridad, se regresa con intensidad, creando un círculo virtuoso.
El 2022 será un capítulo más en nuestras vidas. Ganémonos con nuestras acciones los deseos que recibimos y que nuestras metas sean propósitos que nos empeñemos en cumplir. El destino está en nuestras manos.
Que el 2022 sea de prosperidad, felicidad, paz y amor para todos.