En Coahuila la voz de los ciudadanos es ignorada, no interesa; hace 15 años escribí por primera vez sobre la depredación, el despojo y los abusos que provocan las empresas constructoras que extraen materiales pétreos de los ríos y las montañas para elaborar cemento.
Al entrar a Saltillo por la carretera de Monclova se ven horribles las enormes mordidas que las pedreras han infringido a nuestras hermosas montañas de la sierra de Zapalinamé que muestran la imagen del saqueo y el expolio de las pedreras, y es que el dinero puede más que la ley.
En lo que va de este siglo el Ayuntamiento de la ciudad ofreció que estudiaría la posibilidad de reubicar las pedreras que están dañando la imagen de la región y clausuraron algunas y reubicaron otras, pero la problemática de las zonas que explotan es igual o peor, los daños van mucho más allá de la emisión de polvos y no hay programas de remediación del espacio que queda afectado por graves daños al ecosistema.
El uso de dinamita produce fallas geológicas que afectan a las viviendas cercanas a las pedreras, se presentan repercusiones graves en la salud de los habitantes que padecen enfermedades cardio-respiratorias y cáncer pulmonar, contaminan gravemente el aire.
Las pedreras de Saltillo y Arteaga están emplazadas por las autoridades para disminuir las emisiones de polvo, humo y la contaminación del medio ambiente, el incumplimiento de las normas legales son múltiples por lo que se iniciaron los procedimientos para su clausura, las poblaciones principalmente afectadas son las de Saltillo, Arteaga y Ramos Arizpe.
Un problema igualmente grave son los serios riesgos ambientales que enfrenta la vida de varias poblaciones del norte de Coahuila, recorridas por el Río San Rodrigo, desde el municipio de Zaragoza hasta Piedras Negras y los del propio río cuyas actividades se han transformado, primordialmente por la actividad extractiva de material pétreo del río para satisfacer el mercado regional de la construcción, desde por lo menos los últimos 30 años.
El río es el recurso hídrico de ranchos y ejidos de Jiménez para el sustento de sus actividades agrícolas y ganaderas, así como para el consumo humano de sus poblaciones.
La industria extractiva ha alterado el cauce y las riveras del río provocando la deforestación de encinos, nogales, álamos, sabinos, ha contaminado el agua y deteriorado los ecosistemas y la biodiversidad.
Igualmente el Río Sabinas, que se forma en la Sierra de Múzquiz y que tiene una longitud de 250 kilómetros de largo; por muchos años estuvo rodeado por más de 10 mil sabinos con aproximadamente 4 mil años de antigüedad. Era una verdadera belleza y delicia natural, ahora es otro de los escasos ríos que tiene Coahuila amenazado seriamente desde hace muchos años porque ha sido destrozado a diestra y siniestra por los mineros del carbón y por el descuido de las autoridades a quienes en gran parte se puede atribuir que esté en peligro de extinción.
Más de 160 mil habitantes de la región Carbonífera, dependen en gran medida del agua del río Sabinas, tanto como la agricultura, la ganadería y la industria del carbón, mineral estratégico no renovable que sigue siendo un insumo hasta ahora insustituible para la industria siderúrgica de Monclova y la termoeléctrica asentada en Piedras Negras; hace más de 20 años se denunció la existencia de empresas que están sacando material del lecho del río para la industria de la construcción, por lo que enfrenta graves daños ambientales que ya son irreversibles.
Así están los ecosistemas estatales en donde una medioambientalista profesional cuida de su bolsillo antes que de la sustentabilidad del medio ambiente estatal.
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