Poco se puede hacer para describir la sensación de asco que los actos de quienes detentan la autoridad pueden significar para los que se supone deberíamos de respetarla.
El estado de derecho en México a caído al mas bajo de los escenarios, es ocioso suponer que la patria tiene una salida cuando los actos del gobierno son tan primarios que rebasan cualquier limite, incluso trascienden mas allá de nuestras fronteras e involucran a todos en la protección de un bandido para hacerlo salir impune de la raquítica mano de la justicia. Una vez mas, a través de los medios extranjeros y el internet, los azorados ciudadanos de México nos enteramos de las descaradas gestiones que se realizaron usando toda la fuerza y recursos del estado para traer al conocido RATERO a la libertad que le garantiza un país sin Ley ni justicia.
Mucho se dejó de México en Europa, fue más que un teléfono celular y un iPad, con esos enseres se dejó también la poca dignidad que le queda al otrora cabeza del grupo que se jacta de saber gobernar.
Regresar al principal patrocinador de campaña del actual gobierno federal fue una misión cumplida por temor, por el miedo de dejar a merced de una simple y rápida extradición a tierras vecinas al que endeudara a aquellos que le regalaron su confianza mediante un voto. Horroriza a todo el aparato del poder que en Estados Unidos encuentren los argumentos y las pruebas para demostrar que el gobierno de este país promueve, estimula y protege el latrocinio publico para financiar la compra del poder.
Sin escatimar personal: embajadores, secretarios de estado y la misma procuradora de “Justicia” sumaron todo su poder y recursos para sacar de España a su hijo pródigo; sin dudarlo el gobierno se volcó a retrotraer al eslabón de la cadena que descubre los nexos entre una política que lo permite todo para juntar dinero, comprar elecciones y empoderarse a cualquier precio; un eslabón que puede ser el argumento para mostrar cómo desde un estado condenado a pagar intereses se pueden crear ligas con el hampa y trabajando en equipo con la delincuencia organizada conseguir aún más capital para fines políticos, cultivando así más delincuentes y crimen, más sangre y muerte.
Evidentemente la develación de las prácticas de estos gobiernos es un inconveniente que la actual administración nacional no quiere facilitar, por ello sin importar las percepciones arrojan la casa por la ventana para salvar al reo.
¿Hasta cuando sentiremos pena los ciudadanos de bien por la situación en que nos pone el Gobierno? ¿Cuándo entenderemos que lo que ven desde afuera otras naciones no es compasión por el pueblo oprimido, si no asco y desconfianza por los cómplices comprados por una torta lamosa y un refresco sin gas? ¿Cuándo entenderemos que al permitir esa impunidad, ahora más que nunca en otros países nos ven como lacras?
Es tiempo de reaccionar, de expresar nuestra inconformidad, de gestionar un cambio de rumbo y de subirnos al tren del futuro dejando bajo las ruedas a quienes nos roban y avergüenzan.