¿Por qué si se descubre que algo está mal, en vez de arreglarlo, se llega a suponer que la solución consiste en ponerlo peor o, de plano, destruirlo?
Estoy de acuerdo en que las instituciones en México pasaban por un mal momento, producto de la ineficiencia y la corrupción de muchos de los que las han encabezado.
Pero su demolición no remedia los problemas. Todo lo contrario, los profundiza y perpetua.
Nuestra misión histórica, cada vez más impostergable, consiste en fortalecer a las instituciones para que aquellas que no han cumplido con su objetivo puedan alcanzarlo.
Aplaudir su desmantelamiento es negar a México la posibilidad de alcanzar una vida democrática madura que ofrezca más y mejores posibilidades para todos.
Sólo un Estado de derecho robusto con una vida institucional que funcione correctamente puede lograr que todos vivamos mejor.
Muchos de los problemas que veníamos enfrentando los mexicanos se debían a la fragilidad de las instituciones la cual llevaba a que las leyes se violaran de manera constante.
Hoy, como muestra el semáforo delictivo, estamos peor que nunca.
Es cierto que la Presidencia de la República, en tanto institución, había pasado por un proceso de debilitamiento que se agravó durante el sexenio pasado producto de las corruptelas y la frivolidad de Peña Nieto y su equipo.
Pero se equivocan quienes suponen que la fortaleza del Ejecutivo federal debe basarse en la debilidad del resto de las instituciones. Todo lo contrario, la única protección que tenemos en contra de los corruptos y los ineptos es la solidez institucional.
Con pilares débiles estaremos eternamente a expensas de la buena voluntad del caudillo en turno.
También coincido en que algunas de las instituciones autónomas habían sido capturadas; pero cambiarlas de dueño para ponerlas al servicio del Ejecutivo federal, en lugar de restituir su condición ciudadana, es un error que todos pagaremos; de ahí mi insistencia para que todos, sin importar nuestras convicciones partidistas, apelemos a una vida institucional que no dependa de un solo individuo.
Por amor a México y a quienes lo habitarán en el futuro.