Es normal en un país democrático. Las noticias negativas sobre su economía abundan cuando tiene año electoral. Falsas muchas, exageradas otras, ciertas las menos. Cada uno pretende llevar agua a su molino ajustando las cifras a su conveniencia y abusando de la alquimia estadística y de la laxitud de las redes sociales.
El ciudadano común es susceptible a caer en el engaño. El trajín diario y las responsabilidades cotidianas dejan poco tiempo para investigar. Son víctimas del bombardeo mediático y social.
Sin embargo, hay un sector inmune al embuste. Puede tomar el pulso de la economía minuto a minuto. Es sumamente sensible a la volatilidad de los mercados y a los movimientos en el tipo de interés. Y sabe de primera mano el nivel de gasto y ahorro de las familias y las empresas.
Por si fuera poco, conoce sin intermediarios la propensión a la inversión y las tendencias crediticias, pondera la recaudación fiscal y las quiebras empresariales y, además, puede comparar el desempeño entre países. Es el sector de los banqueros. Si alguien entiende la economía nacional, son ellos.
En la 81 Convención de la Asociación de Bancos de México, los representantes del sector financiero, hacendario y económico del país, encabezados por el presidente de la República, el gobernador del Banco de México y los secretarios de Hacienda y Economía, tuvieron una recepción por demás cálida y afectuosa de sus anfitriones.
¿La razón? Los banqueros no ignoran que en la actual administración el crédito empresarial ha crecido 48%, el de la vivienda 26% y el del consumo 24%. Además, los indicadores de competitividad financiera han mejorado notablemente (World Economic Forum de 59 a 36; Doing Business de 40 a 6) y 13 millones más de adultos tienen acceso al sistema financiero.
Y están plenamente conscientes de que en un entorno adverso por la caída del precio del petróleo, el deterioro en la producción industrial estadounidense y la gran volatilidad internacional, México fue el único país del G20 en aplicar medidas fiscales prudentes y registrar superávit primario. Por ello su deuda sigue a la baja y su crecimiento ha sido mayor al de muchas economías avanzadas.
Llegamos fortalecidos al 2018, es indudable. Así lo demuestran el tipo de cambio, inferior tres pesos al de hace un año; la Inversión Extranjera Directa, duplicada en los últimos cinco años; el Fondo de Estabilización, 20 veces superior al del 2012; las coberturas petroleras, que garantizan los recursos presupuestados; la expectativa de crecimiento económico, mucho mayor a la del año pasado; y la inflación, vuelta a su redil.
Éstos son datos duros: noticias reales o “real news”, que han pasado la prueba del ácido. Claro, queda mucho por hacer, pero vamos por buen camino.