A medida que avanzan los días en este 2016 y que la realidad se encuentra con la política y con las campañas electorales de nuestro continente, principalmente las de los Estados Unidos y México, el asombro, la sorpresa no alcanzan para explicar racionalmente en qué mundo vivimos.
Resulta que a Enrique Peña Nieto, el que dice que gobierna en este país, lo cual, de ser cierto implicaría que el bienestar social de la Nación avanzaría, lo cual no ocurre; pues bien este señor recibió en Nueva York, por parte de la Asociación de Política Exterior (Foreign Policy Association) el Premio al Estadista 2016, el cual otorga esa organización en su Foro de Liderazgo Mundial, en este caso al experto en temas de migración y refugiados.
Insólito, increíble Peña Nieto habló en la ONU ante jefes de Estado de todo el mundo a quienes conminó a comprometerse, mediante un pacto global a reconocer las aportaciones de los migrantes; alguien podría creer el discurso peñista si desconoce lo que ha sido la política migratoria de este gobierno.
¿Ha oído usted hablar del Plan Frontera Sur? Es el programa de gobierno instaurado en 2014 que se convirtió en una cacería de migrantes, en 33 meses se han detenido y deportado a más de 425 mil migrantes, casi todos centroamericanos, con este plan han echado mano de cuanto método represivo se conoce para frenar la migración, ese es el doble discurso de Peña Nieto quien además dice a los mandatarios que, “…es indispensable superar visiones que criminalizan el fenómeno”…
Uno de los propósitos del mencionado plan ha sido impedir que los migrantes utilicen el ferrocarril conocido como, “La Bestia” para trasladarse desde el sur del país y llegar a la frontera de los Estados Unidos, de manera que, el gobierno blindó el tren mediante drones, cámaras de vigilancia, brigadas de guardias de seguridad privada y cercas a las vías del tren.
Durante la visita de Donald Trump, Peña Nieto aseveró que, “era necesario hacer más segura la frontera centroamericana”, la contradicción y la falta de coherencia son palmarias en el discurso de Peña, como dice una cosa dice otra, hoy no recuerda lo que dijo ayer, ah, pero quién va a desdeñar un premio internacional así tenga que morderse la lengua; igual ocurre con las asociaciones gringas que otorgan los reconocimientos, al que sea, qué más da, la ignorancia es evidente.
Premian al presidente que no ha podido hacer crecer la economía ni el empleo, al que no ha podido detener la depreciación del peso, al que recorta el presupuesto de 2017 para la educación y la salud, pero no toca los altísimos salarios de la burocracia federal, porque para ellos no hay austeridad.
Premian al Presidente que ha aumentado la gasolina y la electricidad cuando había prometido que no lo haría; el mandatario cuya imagen ha sido enlodada con el escándalo de la Casa Blanca y que cobija la corrupción de los gobernadores Duarte (el de Veracruz y Chihuahua), Borge, Medina, Moreira los que presumen alegremente su impunidad. Un Presidente que ni suda ni se abochorna porque las reformas estructurales que tanto presumió son un desastre para la Nación.
Un mandatario que afuera se presenta como defensor de los derechos humanos pero que aquí ha sido acremente cuestionado por un gran número de organizaciones internacionales y nacionales por las incontables violaciones de esos derechos.
Esta es sólo una síntesis muy apretada de la realidad kafkiana que vive México.