El lema internacional del fenómeno global liberal, si pudiese adjudicarse al Foro de Davos como vocero, es “reconstruir la confianza”. Ese fue el lema del foro en enero de este año y que ha permeado en las instituciones globales como una buena aspiración pero no en una clara vocación.
Nada más complejo en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. La confianza es un ambiente y exige una reiterada constancia, una especial congruencia y una evidente integridad. Ocurre lo mismo en lo social. México espera y espera mucho. Estoy seguro que existen deseos tan fuertes que hay estrellas que buscan verlos desde el espacio.
La inseguridad sigue en ascenso y la política no aporta soluciones. Sin estrategia que anticipe las soluciones y una terapia que recobre un sentir de logro, la inseguridad se está volviendo una constante que ya nos ha quitado el asombro. La política debe aportar propuestas a los problemas, cuando no lo hace se vuelve esteril y el apoyo se agota. Supongo que estamos tan ocupados como para no pensar en la injusticia de sacrificar el presente, deseando el pasado sin pensar en el futuro.
La confianza es un ambiente, resultado de un ecosistema de elementos sociales, culturales y de muchas otras dimensiones. La legalidad exige un voto de confianza, la democracia también. La participación es evidencia para medir la confianza que se tiene en una institución. Cuando la gente calla está gritando, no escucharlo muestra desinterés, pero los gritos siempre suenan, a veces no en el presente pero en alguien escucha. Construir la confianza es una exigencia desde el interés, la piedad y también la madurez. Nada se reconstruye sin la intención y dedicación. Nehemías, el copero del Rey de Persa, era judío que sensible al dolor de su pueblo, decidió reconstruir los muros de Jerusalén. Hacerlo le exigió; motivar al pueblo, obtener recursos, capacitar a los constructores y enseñar a defender. La motivación implica una visión alcanzable y retadora. Los recursos afirman el compromiso, la capacitación disminuye el error y aumenta la propiedad del reto y defender algo nos lleva a amar, apasionarnos que es el combustible para cuando las cosas van mal. Cuando falta el amor en lo que reconstruimos abandonamos en el desafío. La crisis pone en perspectiva y solo lo que cuesta, los valores, se mantienen.
Se habla de la confianza como un deseo, pero no hay una acción para aquellas instituciones, organizaciones o colectivos que pierden la confianza, lo dejamos al libre mercado su sanción. Si existe un derecho humano, la confianza debe ser una obligación. Es importante empezar a pensar en las obligaciones como exigencia a la par de los derechos que ha usado la resistencia para su consistencia. Empezar a exigir no sólo el reconocimiento de un derecho sino también el cumplimiento de una obligación. Yo pediría esa reconstrucción.
Lucir y vivir los beneficios de este siglo, dominar la noche y caminar por ella, viajar en coche y disfrutar la escena. El hombre tan evolucionado como ahora, en México está encerrado tras los barrotes de una casa, temiendo y desconfiando, ¿será ese el futuro?, espero, con mucha esperanza, que no.