Salvador Hernández Vélez se estrena como Rector de la UAdeC diciendo que “es violatorio a derechos humanos hacer antidoping a estudiantes”.
Guardó bien esa declaración hasta luego de las elecciones.
Es que las denuncias son muchas y la indignación es palmaria. Los padres de familia alertan por que sus hijos encuentra fácil la compra y consumo de drogas en sus propias facultades. Toda la universidad está contaminada.
El asunto es grave y la complacencia, infame. ¿A quién se protegen, al puchador?
Venta y consumo de drogas.
Aulas, campos deportivos y recintos universitarios son escenario del “comercio ilícito y del alto consumo de drogas”. Parece que ningún estrato escapa al vicio: alumnado, cuerpo docente y hasta la jerarquía funcional, están infectados.
Ex directores y directores, y ahora “un rector”, son señalados como consumidores.
Y como todo en el comercio: para el consumo… la venta. Ahí operan a sus anchas los puchadores. El terreno es fértil y el campo inagotable. La autoridad universitaria, es cómplice, y el gobierno, es sordo pero cobrador.
Una cosa es la tesorería abierta y otra la censura.
No es nuevo.
Aquí, solo el rector es nuevo. Este inmenso problema, es añejo. Organizado (como el crimen) y solapado, como todo en esa casa de la perdición.
Rectores pasan y cierran los ojos y los oídos. La sospecha también recae en ellos. No puedes ser indiferente como rector y directores, ante un delito auspiciado.
¡La universidad destruye no educa! Esto es intolerable.
Felices los pachecos ¡porque ha llegado “Chava”!