Después de varias semanas de incertidumbre, tensa calma y un pronóstico equivocado, los británicos dieron la nota y terminaron de manera abrupta su maridaje con la Unión Europea; una relación infiel desde el comienzo, un matrimonio que nunca llegaría a consumarse del todo: el Euro jamás pudo desplazar a la poderosa Libra Esterlina.
Las bolsas en caída libre. A los mercados financieros los golpeó un terrible viernes negro y a nuestro peso una devaluación pronunciada de casi 7%, demasiado para una sola jornada, pero no tan grande como la que sufrió la propia moneda británica, llegando a sus niveles más bajos desde 1985. Los mercados se han vuelto tan sensibles y especulativos que cualquier pretexto es suficiente para refugiar sus posiciones en dólares y desequilibrar las relaciones cambiarias.
Nuestro billete de 20 pesos, custodiado por el rostro adusto de un Juárez aparentemente inflexible, es acechado ya de cerca por un Washington que no da tregua. Pareciera una broma macabra del destino que sea precisamente éste último, uno de los artífices de la independencia norteamericana de la Corona Inglesa, el que cobre venganza a la afrenta del Benemérito, quien siglo y medio atrás derrumbara las ambiciones monárquicas y expansionistas europeas en nuestro continente, con epicentro en el Cerro de las Campanas.
Reino Unido es una potencia económica, la quinta más grande del mundo. Sin embargo, su relación comercial con México es más bien simbólica, no llegando si quiera al 1% de la que tenemos con el resto del mundo. Nuestra banca no se nutre con capitales británicos y los flujos migratorios son más bien limitados. Entonces, ¿por qué tanto impacto en nuestro país?
Vivimos en un mundo globalizado y no podemos sustraernos a su dinámica. La integración internacional trae muchos beneficios para todos, pero también algunos costos, como el que hoy padecemos. El problema es el fondo de la decisión. La Comunidad Europea, aunque formaliza su relación en 1993, tiene su origen décadas atrás, después de la Segunda Guerra Mundial, como estrategia de fortalecimiento económico regional y de comunicación, unidad y relación permanente para evitar hostilidades futuras.
En términos generales, nadie gana con la salida, ni ellos mismos siquiera; de hecho, son quienes más pierden. Triunfó el nacionalismo irracional, el individualismo radical y la xenofobia chovinista, combustible puro para las ideologías de ultraderecha fascista, y caldo de cultivo para los liderazgos mesiánicos populistas. Combinación letal en un mundo al borde de la desesperación por la pobreza lacerante y la desigualdad creciente.
Ése es el verdadero peligro y los mercados lo saben. Por eso lo resienten y manifiestan su preocupación con volatilidad e inestabilidad. Hoy, más que nunca, la paz mundial está en riesgo, y hoy, más que nunca, debemos impulsar la llegada de líderes mesurados, conservadores y racionales, que busquen sumar, no restar; multiplicar, no dividir; unir, no amarrar navajas.
Todas las naciones del mundo en ascuas por el divorcio entre Reino Unido y la Unión Europea. ¡Cuidado al escoger pareja, cuidado al escoger un líder!