Sabemos que la responsabilidad es el pilar fundamental que sostiene a la libertad ya que tiene lugar cuando actuamos sin presión externa inmediata, lo sabemos desde que pasamos por la educación básica y superior, aunque a muchos les haya pasado de noche.
La responsabilidad es conciencia de las consecuencias del actuar y tiene relación directa con la confianza, la persona responsable genera confianza, también es un signo de madurez, permite la convivencia familiar, ciudadana y política pacificas, supone fidelidad y compromiso a la palabra dada, ordena las prioridades, estos valores e ideas parecen demasiado evidentes y cotidianos, involucrados en todas la acciones de la vida diaria, por lo que la responsabilidad resulta un valor de primer orden que parece referida a la vida privada, pero también determina la vida pública y los derechos humanos.
La defensa de los derechos y libertades políticas ha marcado la vida de México desde antes de su existencia como nación, aunque aquí me referiré a los movimientos sociales en general realizados para la protección de los bienes humanos-nacionales, porque el bien humano o la realización del proyecto de la humanidad en la historia es un programa inacabable.
Ahora vivimos una etapa de preocupación renovada por lo que llamamos, “los valores” provocada por el malestar y angustia que se padece en cuanto a la corrupción, la inseguridad, la desigualdad social, la violencia contra mujeres y niños, los daños a la biodiversidad ambiental y un sin sinnúmero de grandes problemas que gritan y exigen cambios.
El país es un rompecabezas que requiere reflexión sobre la idea de que hay cuestiones culturales o medioambientales, que además de locales, regionales o nacionales pertenecen al patrimonio de la humanidad y es nuestra obligación protegerlas para la posteridad.
El activismo o movilización social, política y cultural tiene como propósito impulsar demandas concretas dirigidas a los gobiernos y a los responsables de la toma de decisiones, visibilizando la problemática y los cambios que se reclaman para que la ciudadanía se involucre en su lucha a través de la presión en la opinión pública; sus victorias tienen consecuencias locales, naciones o hasta globales ya que muestran el potencial ciudadano que toma las riendas de su realidad y su poder político.
En México el activismo ciudadano ha multiplicado inusitadamente sus formas de acción o estrategias de reivindicación, desde el movimiento de Independencia el correo a través de papel en el que la gente iba a pie para llevar información a los pueblos y ciudades -de correr viene correo- y pero el correo a caballo o en burro ya era usual,
Con la llegada del ferrocarril el correo se agilizó. Con la Revolución Mexicana la lucha armada prevaleció, el magonismo formó el periódico Regeneración, los Círculos Obreros Liberales, las Células Insurrecionales, ante una represión despiadada, no obstante, la comunicación entre rebeldes fue más eficiente, existía más prensa escrita, la huelga fue un recurso eficaz del proletariados para lograr mejores condiciones de trabajo; manifiestos y planes, fueron formas de organización de los revolucionarios.
En las décadas de los 50 y 60 del siglo 20 los foros, la protesta callejera y el volanteo de médicos, maestros y ferrocarrileros se popularizaron y siguen vigentes, aunque las redes sociales han revolucionado la comunicación y en algunos casos involucionado.
Ahora las protestas de mujeres, de las de familias por sus desaparecidos, visibilizadas en sesiones de teatro, videos, conferencias recolección de firmas, demandas judiciales, artículos en prensa y televisión, presentaciones de arte y canto, toma de edificios, plazas y cadenas humanas.
El activismo multiplica sus acciones de participación que con la constancia son eficaces para resolver problemas o abusos que de otra forma permanecerían ocultos.