Acude a votar en Saltillo el aún gobernador Rubén Moreira, acompañado de su esposa Carolina Viggiano Austria. Son ignorados por la gente de la cola (que hicieron por más de una hora). Se volteaban los cercanos en la fila, les daban la espalda. Ella se sobaba la cara (impotente, enojada); él, con su cara de desprecio al pueblo (nervioso y malhumorado). Se cosecha lo que se siembra, es un dicho y es un hecho.
Adivinen señores, no había funcionarios de casilla (claro, no le sorprendió el calculado hecho… al feliz matrimonio Moreira).
El 6to. año de gobierno siempre es cuesta abajo en todo sexenio, pero el de él, Rubén Moreira (el de ellos, Rubén Y Carolina) es de desprecio, repudio y coraje.
Coraje por su pésima actuación administrativa, por el enriquecimiento inexplicable, por la corrupción e impunidad que son signo sexenal, por la inseguridad y las señaladas y denunciadas de “complicidad con el crimen”, por las empresas fantasma que son el colmo del exceso, y por la soberbia Moreira, como “nueva forma de gobernar”.
Patética la imagen de desgobierno que se resiste a morir (y ya huele mal).