Por la modernidad y tecnología, los candidatos y sus partidos, saben desde ahora como pinta la elección, para ellos y para sus contrarios. Ya nadie puede decirse sorprendido de los resultados por venir, salvo que sean tramposos.
Peña Nieto y las fuerzas dinosáuricas y tecnocráticas que lo controlan, tienen muy claro que la derrota de José Antonio Meade y del PRI, serán estrepitosas inevitablemente, porque día a día se rezagan en el ánimo general. Porque se los escupen las redes y los medios digitales. Porque lo leen en las encuestas. Porque lo conocen en los sondeos. Y por el rechazo evidente “de la calle” a sus candidatos: a presidente, a gobernadores, alcaldes y legisladores.
Cuando Francisco Labastida y Roberto Madrazo fueron candidatos del PRI a la presidencia, no siempre durante la campaña se pensó que perderían, ni menos que la derrota fuera por mucho margen. Luis Donaldo Colosio fue impedido de contar su historia, “de a tiro” por ese mismo PRI que se retrata en su muerte cobarde y violenta (pero que ve, desde muy lejos, a su hijo competir por Movimiento Ciudadano). Y Zedillo, que luego de “lo evidente”, entregó el poder muy amablemente.
Ahora todo se ve con lupas diversas y se conocen cosas y datos que a algunos políticos no les agrada que se sepan. Sobre todo aquellos asuntos que escapan al control cupular o de las cofradías, esas que actúan en los lúgubres y corruptos sótanos del poder.
Meade ahí sigue
Una pregunta ilusa… ¿Peña se aferra a Meade y a la derrota anunciada, porque preparan desde el gobierno más guerra sucia que descalifique a los opositores al régimen corrupto, y calculan un fraude mayúsculo planificado desde su cuarto de estrategia negra, en el que está Moreira, entre otros pillos, capos y mapaches?La respuesta es obvia: sí.
Difamarán, usarán argucias, serán vehículos reventadores las instituciones de justicia, los árbitros y tribunales. Y, a más de ello, harán cuanta triquiñuela saben en su agenda mapache y criminal.
El final
“El final se acerca ya, lo esperare serenamente”, dice la estrofa de una canción, una que parece aludir a la muerte.
El final es en cinco semanas, esas pocas que faltan para la elección federal (y las locales asociadas). Ahí, en esa fecha pactada, se confirmará por la vía del mero trámite, que el PRI pierde por tercera vez, pero que ahora, lo hace fatalmente. Que su escudo cual raída bandera, se escurre entre las manos de los corruptos y criminales, esos matones que son cuadros destacados del tricolor.
Hemos repetido tantas veces eso que también saben ya: que el rechazo de la sociedad no es modo capricho, es simplemente el hartazgo ante la corrupción reiterada y descarada, ante los miles de millones que se roba cada uno de los gobernadores, de los secretarios de estado; y el presidente, primero que todos.
Millones miles para satisfacer egos y para mantener generaciones pránganas, robados de los presupuestos de salud, de educación y del campo (con empresas fantasma y estafas muestras). Es igual, la impotencia social por la impunidad que no castiga a nadie, porque todos en ese chiquero del PRI, son: cínicos, ladrones, déspotas y criminales. Es porque estamos hartos de ver pasar las suburban retadas con dólares sucios, producto de sobornos y de dejar a los criminales libres y actuando a sus anchas por el ensangrentado territorio nacional.
Saber perder
Hay que saber perder…
Alíense con los punteros por el miedo a perder sus PRIvilegios (o a ir a la cárcel cuando ganen otros, y quiten el fuero, y ciudadanicen los anticorrupción, y hagan justicia debida); o, quédense asilados en su club de Ali Babá, contando sus millones mal habidos y contando sus historias de robos épicos, pero dejen de meterse en la elección y asuman su derrota con dignidad.
El 1 de julio está cerca y la guadaña social, desenvainada.