En un Moreirato como este, en gobiernos nepóticos y continuados, (que son un mismo apellido y son, un mismo negocio), las lecturas se confunden. Cuando se repasa los episodios, como hacemos en esta Saga Novelística, hay tantas cosas que se repiten (que es obligado repasar y repetir, para dejarlas en claro).
Recién pasaba la elección de gobernador (3 de junio del 2011). Ganó el hermano cómplice, (el gordo fachas), a Guillermo Anaya, exalcalde de Torreón (compadre del presidente). Fachas era declarado gobernador electo, y sin esperarlo, tronaba en los medios el tema de la MegaDeuda. Este escándalo financiero y político (que sabido días antes hubiera cambiado los acontecimientos electorales), se le atribuía en columnas políticas filtradas, al dúo dinámico: Alejandro y Armando (Gutiérrez y Guadiana).
¿Usted amigo lector, los veía juntos a Guadiana y a Gutiérrez? Pues años antes, a finales del sexenio de Enrique Martínez, y ya Moreira candidato, tronó aquel tema de la carrera magisterial y el quebranto al magisterio y a las finanzas de la SEP, (que golpeó a Humberto en la cara política y financiera). En ese golpe de medios, también se dijo que actuaban unidos Guadiana con Alejandro; y que usaron a Javier Villarreal de vehículo (entonces empleado de la Contraloría de Inés Garza Orta). Sí, claro, ese mismo Javier que a la postre fue el magnate de las finanzas… y de tantas cosas más, que hoy vamos sabiendo. Ese Villarreal tan cercano a Rubén Moreira.
Toda cambió. Coahuila resultaba un maremágnum y los largos meses que en la entidad separan a la elección de la toma de protesta, fueron cuesta arriba. La idea del gordo fue, ir separándose de su hermano. Tendía puentes a sus enemigos (los de bailador), al tiempo que pedía y hasta rogaba una cita con el presidente Felipe Calderón Hinojosa (enemigo personal del profe), buscando que lo reconocieran como electo. Rubén dijo a Calderón que él y Humberto, ¡eran sangre, pero nada en política!
Mal llegó al poder Rubén, mal inició, ordenó a sus incondicionales y duros, Marucha Monsiváis e Ismael Ramos, exigir (a cualquier costo), las renuncias de tantos burócratas hasta completar el 30% de la nómina gubernamental, ciertamente obesa. Parecía vengarse el gordo de la gente agraviada; por la MegaDeuda, que ahogaba el arranque de su administración, en vez de reclamar a su hermano. Recuerdan que luego fachas dijo que él no sabía de la deuda, que lo habían engañado; ahí empezaba su interminable espiral de mentiras, ese que nos atrapa aun a los estúpidos coahuilenses.
Corrieron a montones de empelados de niveles bajos y medios, nadie de la cúpula, y en contrasentido, se creaban una suerte de áreas y secretarias. Sus asesores le decían al gordo que la opción era correr secretarios y subsecretarios y salvar a la mayoría, quitando a los jefes de sueldos altos. Decidió correr a tantos que lo ayudaron a llegar al gobierno, (porque el bailador se los ordenó). Todos se fueron sin liquidaciones y perdiendo la antigüedad. “En Coahuila se sonríe”, fue su insultante y efímero lema de arranque de administración”. Nadie sonreía. Liquidaron el lema, la luna de miel del gordo con el gran elector, acababa antes de los cien días.
Los complejos de clase, arrastrados por décadas, afloraban afectando el ánimo de Rubén. Luego estaba la MegaDeuda (escándalo nacional), y el saber ganada al elección por la inercia del gobierno de la gente, hicieron que el gordo fachas reclutara a los sobrevivientes de los grupos políticos. (Aun peleaban en la promiscua y débil alma de fachas, dos gigantes: su amor surdo y sus ideales de revolución serrana, contra los negocios y el dinero fácil, cobrado con la mano derecha; esos que le empiezan a gustar tanto, (luego de su hegemonía en el gobierno del bailador).
En un soliloquio, Rubén discurría: No sería más, “solo el señor de los giros negros y el gandalla de gabinete, o el patrón de áreas de justicia y policía”, ahora el jefe de jefes, era él. Ahora, los negocios (de Chaires, de Villarreal, de Torres Charles y de Jorge Torres, de Chema, Chuy e Ismael, y hasta del mismo Beto), serian todos de él. Esa fue su revancha social, fue también, su promiscuidad ideológica (quien ayer aborreció al PRI desde las bancas comunistas y vomitó a la iniciativa privada y a “los ricos avasalladores, de almas y patrimonios”, ahora tatuaba el escudo tricolor en su amplio pecho conservador)… Y como conservador advenedizo, adivinó que se trataba “de conservar su patrimonio y ampliarlo”, a costa del jodido pueblo; que se había creído todo el cuento, ese “de los profesores de la cultura del esfuerzo”, esos que servirían a su gente y engrandecerían a Coahuila.
Un gabinete amplio y caro, fue conformado: Javier Guerrero, Oscar Pimentel, Ismael Ramos, Armando Luna, María Esther Monsiváis, Chema Fraustro, Chuy Ochoa, Héctor Franco, David Aguillón, Homero Ramos, Jesús Torres Charles, Goyo Pérez, Eliseo Mendoza, Miguel Riquelme, Noé Garza. Una mezcla de aquellos usados por fachas en el sexenio del hermano y otros políticos que le daban nombre a su gabinete, y que los apartaría para sí (separados del bailador), por aquello de que se ofrezca.
Continuará…
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