Un décimo capítulo es emblemático (como dijo el prófugo de Valle de las Flores).
Que cerca estamos (febrero) de empezar a dilucidar esos secretos comprometidos en el ahora tan famoso sexenio de Humberto Moreira. Para ello, para entender “cómo se llegó a ese punto de quiebre”, hubo que repasar algunos claroscuros de la política local, en estos “Secretos de Familia”.
Los hermanos Humberto y Rubén, ya se entendían; o eso parecía. La Alcaldía era para hacer política y la SEP (aun en manos de Pimentel; quien no notaba el manejo “del gordo”), para amarrar al Magisterio.
Enrique Martínez y Martínez, el Mandatario plenipotenciario, un político tan hábil como temperamental; sí sucumbió. Creyó el Gober en el profe. Hoy, aseguran sus allegados; ya no piensa igual, y hasta… ¡Se dice engañado, defraudado; usado!
Rubén, jugó un rol perverso (ya ejercitaba ese deporte de “la cicuta”, la planta venenosa, y la maldad). Aseguró a Enrique, que su descendencia tendría futuro y que empeñaba su palabra de que, empezaba en el sexenio de su hermano. Pidió casi llorando (cómo actúa, cada vez que quiere ser comprendido). Rogó entonces (dicen que de rodillas, de frente al interlocutor); que confiase en ellos, en Los Moreira. El gordo fachas, investido de negociador, fue específico:
La Alcaldía de Saltillo sería destino impulsado (previa candidatura inducida, y la selección del partido, “ajá”; y etc.), para el vástago homónimo (al paso del tiempo, y casi dos sexenios después, no solo no fue, no creció por ellos y si fue víctima de orquestados golpes, que aún no cesan, y de una derrota electoral vía “el magisterio y un voto nulo convenido”, que lo dañó y de paso a otros; cual venganza y resentimiento.
¿Cómo justificar ese rencor ante quien los hizo todo? Los sentimientos de minusvalía social, lo explican todo
Les transfirió un poco de clase, la que pudo, no era fácil. Les armó una carrera y los sentó a una mesa servida. Herramientas de vida para trascender, les convidó Martínez a los Moreira.
Todo un perfil y una vida de pasión política, les regaló Enrique Martínez. Todo lo que se sueña y más. Eso que nunca habían tenido; eso, que por su propia ambición y hambre, trocaron por una bonanza mal habida, y exagerada; una, que va terminando tan mal (uno preso en ultramar, y el otro: llorando y escondido bajo las enaguas hidalguenses; esperando hincado la guadaña institucional que le de la eutanasia piadosa, “la muerte asistida”).
A sí fueron dándose los tiempos y las formas. A sí se allanaba el camino al paraíso, uno aquí en la tierra; en la tierra prometida. Paulatinamente se zanjaba el camino y en esos polvos, se iba dejando, cual “cadáveres políticos”: a los amigos del Gobernador; a los de méritos viejos, a los suspirantes de escalafón. Su impiedad los retrató desde entonces.
Hoy, la agricultura y la política se juntan, se unen en resultados esperados: Solo se cosecha lo sembrado.
No contaba el profe con que las intrigas a sus espaldas, por su misma sangre, echarían a andar la calentura sanpetrina avecindada en el segundo piso de Palacio.
“Tu firma si gobierna”, fue el lema de campaña anticipada,
esa para arrancar una cruzada de cerrajero polaco, que abriera de tajo el candado del partido.
Ese lagunero que reunía adeptos, tenía de invitado al gordo; y este parecía jugar con sus anhelos, en lugar de cumplir la velada encomienda de, no lucir y si operar, desarticulando calefactos con el fantasma “del preferido del Jefe”.
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