Tengo hoy dos motivos de celebración: el inicio de un espacio editorial en estos tiempos que quisiéramos encontrar medios de comunicación creativos, innovadores, abiertos, plurales, incluyentes, participativos y sobre todo en el que podamos externar con libertad las ideas, también celebro el que haya sido invitado, porque tendré oportunidad de expresar mi opinión, algunas experiencias de la vida, del ejercicio profesional y del quehacer cotidiano inspirado siempre por Saltillo y por nuestra nación.
El mundo de hoy cuenta con muchísimos avances tecnológicos al grado de que en un instante podemos estar comunicándonos, dialogando e incluso debatiendo con otra persona o personas, casi en cualquier rincón del mundo; lo que antes representaba un gran esfuerzo físico y de comunicación hoy es extremadamente sencillo, este fenómeno social nos lleva a analizar que a pesar de estos avances de comunicación que provocan una vida acelerada, pareciera que nos impide reflexionar o hacer un alto en el camino para replantear nuestros propios actos, conductas o formas y nuestra agenda personal se ve rebasada por la dinámica de la forma de vida social actual.
Ya no tenemos tiempo para visitar a los tíos, primos, abuelos e incluso a nuestros propios hermanos y padres como en otras décadas (los años setentas u ochentas o incluso hasta los 90), cuando nuestros padres aprovechaban las tardes o algún tiempo libre para visitar a la familia o a los amigos más cercanos, en los que se entablaban conversaciones sobre los acontecimientos de la ciudad, del barrio, de la familia y de uno mismo, incluso en rededor de una sencilla mesa de una cocina de un hogar de Saltillo.
Así es como recuerdo la casa de mis abuelos del barrio de Salazar, ahí se lograba hasta autocriticar, criticar o evaluar el desenvolvimiento de un miembro de la familia, sobre su vida personal, social, profesional o su situación física o de salud y nos daba pie a entender que teníamos la oportunidad de cambiar y mejorar en las decisiones que tenían que ver con nuestro desarrollo personal, social o profesional; hoy pareciera ser que es imposible, ante la dinámica que vivimos.
Se nos olvida que somos seres en redención (esta frase me la compartió mi compadre Alejandro Jiménez Guerrero), la frase nos indica que no estamos imposibilitados en que todos los días, Dios y la vida misma, nos permite discernir (saber qué es lo mejor para mí) un ejemplo: por alguna eventualidad caemos en la apatía de no realizar nuestro trabajo eficientemente y creemos que ya no podemos remedirlo, es aquí donde debemos ELEGIR, si continuamos con esa actitud o CAMBIAR, aun y cuando el cambio pueda ser lento y difícil, pero con la certeza de que el camino es el correcto, sobre nosotros mismos, y en su caso, pero por supuesto SIEMPRE PODEMOS CAMBIAR, elegir lo que sea mejor para nuestra vida, para nuestra familia, para nuestros amigos, y claro para nuestra nación.
No perdamos la oportunidad de discernir y cambiar, con el fin de mejorar para el bien común, por lo que a ti y a mí nos toca detenernos un momento y hacer un ejerció de cambio sobre las cosas que hacemos a diario, y elegir lo que es mejor para nosotros. El cambio es posible, en nosotros está la decisión.