“Para Issa, por 35 años de compartir besos, lecho y pan”
Si para el maestro Ernesto de la Peña, la poesía era razón inflamada, el amor entonces es corazón inflamado.
Un día, Dios me imagino con dar un soplo para crear la vida, también vino a componer al sentimiento de unidad y obra que es el amor, base también de cada matrimonio.
Si bien es cierto que también creo la unión entre mujer y varón, y que hoy día muchos refieren que el amor también está en el mismo sexo, la supervivencia de la especie humana requiere de la reproducción y en ese caso es imposible, haya cosa.
Habla el Papa Pancho a su grey: “La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto —pero seguro por la realidad del sacramento— en un mar a veces agitado. Cuántas veces, como los apóstoles, sienten ganas de decir o, mejor dicho, de gritar: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Mc 4,38). No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar. En otro pasaje del Evangelio, en medio de las dificultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca; así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió «donde estaban ellos, cesó el viento» (Mc 6,51). Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Solo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva. Solo abandonándose en las manos del Señor podrán vivir lo que parece imposible. El camino es reconocer la propia fragilidad y la impotencia que experimentan ante tantas situaciones que los rodean, pero al mismo tiempo tener la certeza de que de ese modo la fuerza de Cristo se manifiesta en su debilidad (cf. 2 Co 12,9). Fue justo en medio de una tormenta que los apóstoles llegaron a conocer la realeza y divinidad de Jesús, y aprendieron a confiar en Él”.
Desde nuestras creencias Issa y este charro, fuimos construyendo una base sólida que soporta día con día cualquier tormenta y luego la quietud que da el resolver las cosas juntos y como si fuéramos uno.
Nunca imaginamos que se pudiera sobrevivir solo con el amor y el respeto mutuo a lo que hacemos y somos, pero sobre todo con la bendición de Dios, como centro de nuestro mundo.
Se han identificado diversas fases por las que atraviesa el matrimonio:
- Transición y adaptación: Comprende aproximadamente los tres primeros años. Es una etapa fundamental, puesto que en esta se establecen los fundamentos o bases de la relación. Durante este tiempo la pareja se adapta a un nuevo sistema de vida, por eso las claves de esta fase son la comunicación y la negociación.
- Establecimiento y llegada de los hijos: Ocurre entre los tres y los diez años. Ya ha finalizado la luna de miel y el proceso de adaptación, ahora hay un mayor conocimiento del cónyuge y es probable que las desavenencias sean más frecuentes; o lo contrario sean menos, producto de la madurez adquirida en la primera etapa de convivencia.
- Transformación: Suele acontecer entre los diez y veinte años, puede coincidir con la pubertad de los hijos y la edad mediana de los cónyuges. Esta última marca un período de reflexión y renovación en la vida del ser humano; por lo que es importante que el matrimonio se encuentre en un estado saludable y que individualmente se afronte de la mejor manera. Así no se convertirá en una amenaza para la estabilidad matrimonial;
- Estabilización y “Nido vacío”: Se presenta entre los veinte y los treinta y cinco años de unión. “Cuando las parejas han sido capaces de resolver conflictos y crisis en las etapas anteriores, este es un período de estabilización y una oportunidad para lograr un mayor desarrollo y realización personal. En esta etapa por lo general se da lugar al síndrome del “nido vacío”, lo que sitúa a la pareja en una nueva forma de vida; ahora están el uno para el otro.
- Envejecer juntos: Se da a partir de los treinta y cinco años. Algunas personas optan por la jubilación, así surge algo muy positivo y es que se dispone de más tiempo para disfrutar el uno del otro.
Lo único que podría decir que sé dé cierto es que estos 35 años han sido de plenitud, sencillos, plenos de luz y esperanza y que como matrimonio y mortaja del cielo bajan, estoy seguro que desde el día que Dios me hizo coincidir con ella, mi vida tuvo otro sentido y realización. Cito a Borges el cierto: ”Solo podemos dar el amor, en cuyo nombre están hechas todas las cosas”.