“Bienaventurados sean los jóvenes, porque ellos heredarán la deuda nacional.”
La deuda pública ha venido aumentando como consecuencia de un alto déficit de presupuesto que supuestamente subiría el crecimiento económico. La economía no ha crecido más, pero la deuda pública sí lo ha hecho de manera preocupante.
Standard & Poor’s no bajó las calificaciones de la deuda mexicana, pero sí la perspectiva de largo plazo, que cambió de “estable” a “negativa”. Esto quiere decir que hay una posibilidad en tres de que las reduzca en los próximos 24 meses. México sigue teniendo evaluaciones positivas para una economía latinoamericana, pero la advertencia es clara. La deuda pública ha venido aumentando como consecuencia de un alto déficit de presupuesto que supuestamente subiría el crecimiento económico.
La economía no ha crecido más, pero la deuda pública sí lo ha hecho de manera preocupante. Otro factor que inquieta a S&P es “la debilidad en la gobernabilidad”. Si bien la calificadora considera como positivas las reformas estructurales del gobierno de Enrique Peña Nieto, añade que “una débil aplicación de la ley la percepción de corrupción, limitan los beneficios de estas reformas, especialmente en la inversión”.
La deuda pública, después de décadas de disminución, empezó a aumentar durante el gobierno de Felipe Calderón. S&P señala que la “deuda neta del gobierno general” (expresión que no corresponde a los términos de la Secretaría de Hacienda) representaba en 2005 el 25 por ciento del producto interno bruto (PIB). La cifra subió a 42 por ciento en 2015 y se espera llegue a 45 por ciento en 2016 y a 47-48 por ciento en 2017-2018.
La deuda pública mexicana es baja en comparación con otros países, pero preocupa la rapidez del aumento. La Secretaría de Hacienda respondió al cambio de perspectiva de la calificadora con un comunicado en el que “reitera su compromiso para continuar con el proceso de consolidación fiscal anunciado desde 2014”. Prometió llevar el déficit presupuestario real (los requerimientos financieros del sector público) de 3 a 2.5 por ciento del PIB en 2018.
Esta declaración no impidió que cayera el índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana 1.92 por ciento la semana pasada o que el tipo de cambio interbancario a 48 horas, el de mayoreo, pasara de 18.326 a 18.546 (Banxico). La preocupación de S&P es comprensible. Poco importa si otros países tienen índices menores de deuda, la capacidad de pago del sector público mexicano es inferior a la de Japón o Estados Unidos. Aun así, los inversionistas no se están deshaciendo de las emisiones mexicanas.
Las colocaciones mexicanas de deuda han generado sana demanda y alcanzado buenos precios; pero el perfil de deuda, que mejoró durante décadas, se ha deteriorado en los últimos años. El gobierno se enfrenta a una situación complicada. Se acercan las elecciones presidenciales de 2018 y la fórmula tradicional ha sido aumentar el gasto público para generar un auge artificial, aunque después se registre una recaída.
En esta ocasión, sin embargo, los analistas nacionales e internacionales están dando un estrecho seguimiento al gasto mexicano. No será tan fácil aumentarlo de forma artificial. El déficit presupuestario de los últimos años no ha servido para acelerar el crecimiento de la economía, que se mantiene alrededor de la ya tradicional “tasa mexicana” de 2 por ciento anual.
El problema, sin embargo, radica en el sector externo, ante la caída de los precios del petróleo y el estancamiento de las exportaciones no petroleras. El consumo privado interno se ha convertido sorprendentemente en el motor de la economía. Esto es positivo.
Pero si se registra una nueva crisis de deuda, toda la economía caería por tierra. GASOLINA Y DIESEL No me preocupa que suban los precios de las gasolinas cuando es consecuencia del mercado en vez de decisiones políticas. Pero el diésel aumentará 3.36 por ciento este 1º de septiembre. Es más, de un solo golpe, que toda la inflación oficial de un año.
(Jaque mate. Sergio Sarmiento. El Siglo de Torreón).