La semana pasada, Banco de México anunció un incremento en la tasa de interés de medio punto porcentual. ¿Cuáles fueron los motivos para tomar esa decisión y cuáles serán los efectos en la población?
El aumento en el tipo de interés era ya algo esperado. Estados Unidos había hecho lo propio una semana antes, después de 4 años de no hacerlo, así que es una reacción natural para que nuestros mercados financieros no pierdan atractivo ante el vecino del norte. Los niveles altos de inflación causados por los incrementos en los precios en alimentos, energéticos y materiales para la construcción, entre muchos otros, también son una razón de peso para subir tasas.
Cuando las tasas de interés suben los ciudadanos tienden a pedir prestado menos, a arriesgarse con más cautela en proyectos de negocios y a reducir su consumo, sobre todo cuando compran con crédito. Quienes tienen capital disponible y se encuentran ante la disyuntiva de invertirlo en un negocio de riesgo o depositarlo en su cuenta de ahorros en el banco, se decantan por la segunda opción. Todo esto trae como consecuencia que la economía pierda dinamismo y la inflación se contenga.
Los capitales internacionales que se iban a llevar sus capitales a Estados Unidos, ante la reciente alza en su tasa, después de considerar la depreciación de la moneda por inflación y ponderar el riesgo de cada país, ahora quizá se queden o vengan a México. Por lo que tendrán que vender sus dólares para comprar pesos, robusteciendo nuestro tipo de cambio.
Fortalecimiento de tipo de cambio y contención de la inflación son las consecuencias positivas de un alza en el tipo de interés. Desgraciadamente en economía todas las decisiones tienen pros y contras. Habrá una factura que pagar y esa tiene que ver con un menor crecimiento de la economía y, consecuentemente, un probable incremento en el desempleo.
Aunque regularmente los movimientos en la tasa de referencia se dan en cuartos de punto, tampoco es extraño que se propongan en medios, como en este caso. La tasa se incrementó de 6 a 6.5%, dentro del rango en el que ha oscilado ese indicador en la última década, que es entre el 3 y el 8%.
Es importante que el Banco Central cumpla, sin presiones ni intromisiones, con su principal rol que es lograr el objetivo de crecimiento inflacionario que debiera rondar el 3% anual, para así poder proteger el poder adquisitivo de nuestra moneda. Celebro el anuncio, aunque no en la forma abrupta y heterodoxa en que se dio. Dicen que en política la forma es fondo. También aplica el dicho para la política monetaria de un país.
Veamos cómo reaccionan los mercados y cómo se comportan las variables que nos preocupan y nos ocupan. Si la inflación no cede y la moneda no se revalúa, quizá esperemos más aumentos en el corto plazo.