La exculpación de un juez federal sobre los soldados que participaron en los crímenes, muertes, ejecuciones o como se quiera llamar a lo acontecido en Tlatlaya, se convirtió en noticia mundial a minutos de haber sido dada a conocer por la PGR que, muy tímidamente, también habrá de impugnar esta decisión. A sabiendas que desde su inicio era un tema que no quería tocar ni por error.
El debido proceso, o sea la falta de, vuelve a imponerse a la realidad. Y opera contra el general Salvador Cienfuegos, un jefe militar que parece destinado a vivir entre escándalos y permanecer cuestionado por la sociedad civil.
Si Tlatlaya se convirtió en un referente a cómo puede salirse de las manos un operativo militar dirigido contra civiles, así sean presuntos criminales, y tuvo resonancia internacional porque inició, justamente, de cara a un reportaje que se publicó en el extranjero, a partir de la puesta en libertad de los militares presuntamente implicados será, también, referencial de la impunidad.
Se analizará como la capacidad del Estado Mexicano para proteger a los militares sin importar las evidencias de sus excesos.
Y, también, reflejará la falta de capacidad de éste Estado para poder poner en orden a sus militares.
Las fotografías de Tlatlaya que son conocidas en todo el mundo, muestran una ejecución a cualquier mirada, por inocente que sea. Las manchas de sangre sobre las paredes no pueden sino hablar de dispararon a muy corta distancia y sin movimiento, a un blanco fijo.
Faltó, como sucede también son los secuestradores, el debido proceso. Y aquí habrá que señalar responsabilidad a las autoridades del Estado de México que fueron las primeras en intervenir.
Muchos habrán de suponer que, también, las autoridades de la PGR hicieron una “investigación” tan a modo, que al juez no le quedó otra que dejarlos en libertad pasado un tiempo prudente para “salvar” su cara ante la opinión pública.
No importa en términos de impunidad militar, sea asistida o casual. Lo cierto es que se la van a cargar, la impunidad, a Cienfuegos. Y esto suma a una larga lista de desencuentros entre lo que la sociedad civil espera, quiere de sus fuerzas armadas y la realidad. Hay que hacer hincapié en esto: Las fuerzas armadas mexicanas pertenecen a los mexicanos, son suyas. No son, como ha expresado Cienfuegos, soldados que le pertenezcan a él.
Para efecto de mi próximo libro “Entre Villanos y Políticos” transcribí integra la carta póstuma que me escribió mi general Jesús Gutiérrez Rebollo. Ahí, literalmente, me “encarga” al general Cienfuegos al que califica como el mejor comandante de tropa que tuvo bajo su mando.
Y me hizo pensar que, tal vez, ese sea el gran defecto de Cienfuegos, ser tan buen comandante de tropa, de sus hombres, que antepone esto a las razones de la realidad, que para muchos también son razones civiles y/o políticas.
Lo cierto es que la exculpación de Tlatlaya suma en su contra, así sea aplaudida por un grupo de jefes militares y soldados que piensan que en esta guerra contra criminales, en la que han sido obligados a actuar como policías, todo debe valerse, todo debe permitirse.
La sociedad civil ha dicho que no a esto. No escucharlo tendrá consecuencias a largo plazo, y un responsable mayor: Cienfuegos.