Transmuta. Tornando en bien al mal.

Los mexicanos debemos quitarnos el falso orgullo que sentimos y debemos empezar a hacer un juicio más rudo de nuestra verdadera cultura, no para sentirnos menos, pero definitivamente sí para poder aspirar a ser mejores. Tenemos que evaluar en principio nuestra actitud y en segundo lugar la visión que se nos ha vendido por años. Desde los tiempos de la revolución se nos han repetido una serie de ideas que ahora constituyen una amplia gama de creencias, creencias absurdas que por muchas causas hemos aprendido a idolatrar, que nos hacen sentirnos contentos con una realidad vergonzosa y que nos tienen hundidos en una espiral descendente que cada día dificulta más la oportunidad de salir adelante para las generaciones venideras y para nosotros mismos por igual.

Los mexicanos no somos críticos y si se trata de nosotros mismos no lo podemos tolerar, por el contrario, somos expertos en culpar a otros por lo que comúnmente hacemos muy mal. Ciertamente nuestro gobierno es una fatalidad, es una sucia y denigrante enfermedad que nos llena de pena y con la que aparentemente estamos convencidos de que no podemos dejar de vivir, este fuerte padecimiento tiene dos principales síntomas, estos la hacen una dolencia crónica, que evoluciona negativamente y nos hace sufrir de verdad.

El primer síntoma de nuestro mal es un agudo dolor al que aparentemente ya nos pudimos acostumbrar, estamos tan familiarizados con la corrupción en el gobierno, que ahora la consideramos un derecho más. Para un abrumante número de mexicanos, tener un puesto en la administración pública constituye ¡Una generosa oportunidad para robar! Ser investido con un cargo es una patente de corso para hacerse de dinero, y usando indebidamente las influencias y el poder, cultivar negocios de todas las índoles, pero particularmente algunos tan abyectos como la franca actividad criminal. Esto suena terrible, pero lo más triste de esta historia es que esta característica patológica es menos grave y dolorosa para nuestra comunidad que la segunda de la que tenemos que hablar, esta se trata de una ineludible excusa para seguir actuando mal, donde el gobierno se convierte en la causa de todos nuestros males y por ello cedemos a este nuestra responsabilidad.

Si fallamos en los negocios ignoramos nuestra mala administración y al gobierno vamos a culpar, si nos falta prosperidad no admitimos nuestra baja productividad y achacamos al mal manejo de la cosa pública también nuestro malestar, seguramente es verdad que el trabajo de quienes nos gobiernan no nos suele ayudar, sin embargo no entendemos que es por nuestra mala elección a la hora del voto que sufrimos este penoso mal y queremos que los cambios positivos se gesten mientras nosotros seguimos actuando sin responsabilidad e igual.

Hoy tenemos que entender que nuestra historia y nuestra cultura no son lo mismo, nos urge entender que nuestras costumbres buenas y malas, nuestras tendencias inmutables y lo que hacemos como ritual de fe, es lo que podemos definir como nuestra cultura y la podemos cambiar. En lugar de alzar el pecho porque los mayas inventaron el cero, tenemos que avergonzarnos de que los lunes falta una gran proporción de los mexicanos a su jornada laboral; En lugar de gritar a los cuatro vientos henchidos de orgullo que el mole y los tacos son una contribución para la humanidad, debemos preocuparnos porque no acostumbramos honrar la puntualidad; Mas que presumir que tenemos cientos de etnias e idiomas regionales, debemos aceptar el ínfimo acervo de esas costumbres y lenguas por lo que no las podemos magnificar, y en lugar de festejar una constitución centenaria como un logro espectacular, tenemos que observar con cuidado que ese texto es la causa segura de un 98% de impunidad.

Hoy evitemos loas banales a nuestra supuesta “Cultura singular” y trabajemos en nuestras actitudes y costumbres para poderla transmutar.

“Que Dios Nos Bendiga”.

hlaredom@gmail.com

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