El Papa Juan XXIII convocó a la celebración del Concilio Vaticano II en el año de 1962 y ahí denunció que la Iglesia había perdido contacto con el mundo y que tenía que reexaminar su misión para no perder también su relevancia. Su postura por una una “Iglesia de los pobres” abrió un debate eclesial que continuó después del Concilio en la Conferencia Episcopal de Medellín en cuanto a la necesidad de que la Iglesia mostrara una solidaridad firme con los despojados de los países latinoamericanos.
Durante esa época de intensa deliberación teológica, con estudios no sólo desde un punto de vista teológico, sino también desde una perspectiva histórica, política y socio-económica. el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez publicó el libro, Teología de la Liberación-Perspectivas (1971) que sigue siendo un texto esencial en el estudio del surgimiento de estos movimientos, de hecho su importancia se reveló por ser traducido a 12 idiomas, y destaca porque va más allá de lo doctrinario para sustentarse en las luchas populares proponiendo que la iglesia católica asumiera un decidido compromiso con los pobres y grupos oprimidos, por lo que puede afirmarse que fue una de las grandes corrientes teológicas del siglo 20; Gustavo Gutiérrez a sus 93 años afirmó en la conmemoración del cincuentenario que mientras exista pobreza, injusticia y exclusiones, la Teología de la Liberación sigue vigente .
América latina ha sido un continente con una historia de despojo, opresión y explotación y el libro comentado marcó una época en un antes y un después de millones de cristianos, aunque esta corriente teológica fue fuertemente impugnada por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
A pesar de la oposición de los pontífices la teología de la liberación sigue marcando una nueva manera de vivir la fe de muchos cristianos en el continente; los acontecimientos posconciliares del Vaticano II provocaron ambientes socio-cristianos que dieron cause a las corrientes de la teología de la liberación porque era una nueva forma de hacer teología; además, fueron momentos de búsqueda convulsionada de cambios sociales, surgieron las teorías de la dependencia, la Revolución Cubana, había un diálogo intercontinental, además de ser una búsqueda por encontrar a Dios en la historia lo cual es parte de la espiritualidad de la liberación que invita a actualizar la experiencia de acercarse a los más pobres y a las comunidades indígenas.
También se había impulsado un movimiento misionero por parte de Juan XXIII, el Papa Bueno que disfrutó de una admiración prácticamente unánime y convocó, mediante el Concilio al aggiornamento, “actualización”, una Iglesia de servicio y no de poder, lo que pasó a definir el espíritu de los nuevos tiempos, “abrir las ventanas del Vaticano” para reconciliar a la iglesia con el mundo moderno, convocando a que la fe fuera vida, no solo ritos.
La Teología de la Liberación sigue vigente a través de varios principios: una sociedad más justa, generar relaciones humanas liberadoras, promover el amor y la empatía, ir contra la ausencia de amor y combatir el invierno eclesial que es la falta de solidaridad sin vínculos con la compasión, con la gratitud, la paz y la bondad, es decir, socializar el evangelio, la teología debe ser “un pensamiento crítico de sí misma, de sus propios fundamentos”, afirma Gutiérrez, pero no una ideología o un partido político, aunque ha sido muy atacada en ese sentido y fuertemente vinculada con la corriente marxista, pero en realidad va mucho más allá. Los cambios sociales provocados por la casi desaparición del comunismo condujeron al supuesto de que la Teología de la Liberación había muerto, las comunidades eclesiales han disminuido, pero siguen existiendo.
El Papa Francisco, argentino, va abriendo nuevas puertas en el ámbito global de manera muy innovadora, su trabajo con las comunidades indígenas, con las amazonias da una novedosa perspectiva.
La Teología de la Liberación va incorporando nuevas expectativas, como la de la teología negra que mantiene otras vertientes, lo mismo sucede en algunas partes de Asia, también ha impactado con fuerza a la teología feminista para comprender la realidad de las mujeres en la iglesia y recientemente el tema de la ecología ha sido incorporado con fuerza, así como la migración, que son realidades candentes del mundo actual. Finalmente, la Teología de la Liberación no es solo una reflexión, es una nueva práctica para vivir la fe como compromiso social y opción por los pobres.
En Coahuila la corriente progresista clerical incorporó esa teología durante los últimos años del siglo pasado, pero la práctica que se fue debilitando, aunque aún pervive en algunas zonas.