México es un país donde falla constantemente el estado de derecho. Al no respetar las leyes, la sociedad y la economía se desempeñan en un nivel muy lejano del óptimo.
Una de las funciones primarias del Estado es velar por el respeto de los derechos de sus ciudadanos, incluso, de los abusos de él mismo. Los ataques realizados a los derechos humanos, a la propiedad privada, la violación de los contratos y la corrupción, que funciona como un impuesto adicional a las actividades productivas, además de vulnerar la justicia, ahuyentan la inversión y, por lo tanto, motivan un crecimiento económico insuficiente y mediocre.
¿Pero por qué los mexicanos somos tan propensos a violar las leyes? Encuentro principalmente tres causas. La primera tiene que ver con un elemento cultural que data de la Colonia. La historia de nuestro país está plagada de abusos, de violaciones a los derechos humanos y de corrupción que nos sumieron durante décadas en guerras intestinas. De esas épocas de gran inestabilidad surgió la nación en la que vivimos actualmente.
La segunda es la falta de medios adecuados que sancionen el incumplimiento de las leyes. La delincuencia organizada y el narcotráfico son ejemplos de ello y, en la mayoría de los casos, el problema es la falta de presupuesto, de coordinación institucional y de voluntad política.
La tercera tiene que ver con las ambigüedades y deficiencias que existen en el marco normativo vigente. Palabras en la Constitución como “utilidad pública” para justificar una expropiación, la laguna jurídica que duró muchos años sobre la forma de actuar ante la falta de un Presupuesto de Egresos autorizado por el Congreso, y todas las leyes desactualizadas, no ajustadas a la actualidad y realidad social, son ejemplo de ello.
El historiador, senador y cónsul romano Cornelio Tácito, al reflexionar en su obra “Annales” sobre los gobiernos de Tiberio y Nerón, hacía la siguiente observación: “Entre más corrupto un pueblo, más leyes necesita”.
El hecho de que contemos con leyes inobservables y caducas, origina que quede a criterio del sujeto qué ley debe cumplir y cual violar. Los valores y los principios difieren de persona a persona, y no podemos dejar el cumplimiento del estado de derecho de nuestro país a la discrecionalidad de los ciudadanos y, mucho menos, de las autoridades.
Como sociedad, aspiramos a vivir en un pleno estado de derecho. Lo primero es adecuar ese andamiaje legislativo. En la medida en que contemos con leyes más modernas, que hagamos un esfuerzo para evitar la sobrerregulación y que invirtamos más en vigilar su cumplimiento, en esa medida las leyes serán respetadas y con esto lograremos atraer las inversiones necesarias para detonar el crecimiento económico.
El próximo domingo elegiremos a los legisladores que integrarán la nueva Cámara de Diputados. Nuestra participación es muy importante para que seleccionemos a los mejores perfiles, los más capacitados y con mayor experiencia, para que logremos el urgente equilibrio en el Poder Legislativo y tengamos las leyes que nuestra sociedad necesita.