Variaciones en Re Mayor sobre el tema. Como antecedente, remito a los interesados al artículo relativo a la primera parte de este (https://www.columnasdemexico.com/un-seguro-muy-inseguro/)
Imagine el lector que durante 30 o 40 años deposita, mes a mes, un porcentaje de su sueldo (y el porcentaje que le aporta su patrón) en una compañía aseguradora que le ofrece la opción de invertir su dinero en una modalidad de Ahorro para el Retiro y Seguro de Vida, con la promesa de que, al momento de su retiro, recibirá la cantidad ahorrada, más los intereses generados.
Con esa expectativa llega el momento de su retiro; con gran entusiasmo acude a la aseguradora para que le entreguen su dinero, el que piensa invertir en realizar un viaje a Chiapas, con su amada esposa, planeado durante muchos años, o regalarle a su nieto una beca para estudios o pagar parte de la cirugía que no le han realizado en la institución pública que debería hacerlo, pero que no lo ha hecho debido a que se encuentra en bancarrota. Entonces se topa con la SORPRESA: cuando acude a la oficina correspondiente, un funcionario le dice que su dinero no podrá entregársele, sino hasta después de 6 o 7 años, debido a que la Aseguradora tiene una Fundación mediante la que realiza actividades sociales y recreativas para sus empleados.
Asegurado: ¿Y eso a mí qué?
Funcionario: Pues que su dinero se utiliza para pagar los sueldos de los trabajadores que atienden los centros que brindan esos servicios. También ayudan sus ahorros al mantenimiento, remodelación y pago de luz, agua, gas, teléfono e internet de todos esos espacios.
Asegurado: Pero eso no es lo convenido con la Aseguradora. Mi dinero no tiene por qué utilizarse para eso. En el contrato nunca se estipuló tal cosa. A mi me entregan mi dinero, pero ya.
Funcionario: Pero no sea usted inconsciente ni falto de solidaridad, cómo se pone a exigir que se le entregue su dinero si primero tenemos que cumplir con el pago a los empleados y el mantenimiento de los espacios de la Fundación. ¿Quiere usted que los trabajadores y sus familias se queden sin comer o que los espacios recreativos se deterioren o de plano se derrumben?
Asegurado: Bueno, pues renten esos espacios y con lo recaudado paguen mantenimiento y sueldos.
Funcionario: ¡Lo oigo y no lo puedo creer! ¡Cuánta insensibilidad! No ve usted que la situación actual es crítica y que no es nada fácil rentar esos espacios. Además, las pocas rentas que hay no alcanzan para cubrir los gastos, no sólo de mantenimiento y salarios de trabajadores, sino de los sueldos de los funcionarios de la Aseguradora. Además pagamos sueldos y compensaciones de altos directivos de nivel central de la aseguradora.
Asegurado: ¿Pero por qué usan mi dinero para eso? En el contrato firmado con ustedes no hay cláusulas que establezcan nada al respecto.
Funcionario: Pues así son las cosas, señor. Le gusten o no, esa es la realidad.
Asegurado: ¿Entonces, cuándo me entregarán mi dinero, hay una fecha establecida?
Funcionario: No sabemos. Lo que sí le aseguro, y de eso no tenga la menor duda, pues somos una Aseguradora seria, es que tenemos la mejor voluntad para pagarle su dinero, pero como le digo, cuando se pueda y de acuerdo a las posibilidades económicas de la Aseguradora.
Asegurado: Pues no lo entiendo, por más que trato de hacerlo. ¿Y al menos me van a entregar mis ahorros con las actualizaciones correspondientes, como marca el contrato?
Funcionario: ¡No, cómo cree! Si consideramos actualizaciones, aún cuando legalmente estén establecidos los parámetros para ello, todavía serían menos los asegurados a los que podríamos pagar.
Asegurado: ¡Caray! Entonces, ¿qué me recomienda usted?
Funcionario: Tenga paciencia. Confórmese, no rechace ni luche contra la realidad, acéptela, no sufra, libérese de cualquier ánimo de rebeldía. Ah, sobre todo, no haga caso de incitaciones sin sentido de otros asegurados. Crea en nosotros, tenemos la mejor voluntad de ayudarlo. No sabemos cuándo, pero créame, algún día, cuando menos lo espere, usted recibirá su ahorros. O lo harán sus beneficiarios, si usted muere. Y que mayor satisfacción para usted, ver desde el cielo que su nieto podrá seguir estudiando, o su esposa podrá hacer el viaje a Chiapas, ese que juntos soñaron, ahora acompañada de… de… su compadre… y de su comadre, claro.
La anterior parece una historia insólita.
Pues en esencia ese problema (la falta de pago oportuno y completo de las pólizas de Seguro, Retiro y Defunción) se presenta en el Seguro de los Trabajadores de la Educación, en Coahuila, con los matices correspondientes, desde luego.
En efecto, el Seguro del Maestro se ha visto, desde hace años, en la lamentable paradoja de atropellar derechos de los principales aportantes para proteger derechos de otras personas, cuya atención debería corresponder a otras autoridades.
Con el pretexto de que tenía una gran reserva económica, desde el 2001 le endosaron al Seguro una obligación que no le corresponde y que le ha significado enormes gastos en nómina de personal, conservación y mantenimiento de espacios que deberían estar a cargo de otra instancia: por ejemplo del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, que en una decisión verdaderamente solidaria con la Sección 38 podría asumir los gastos de los salones y centros recreativos, aplicando en ello los millones de pesos que recibe por concepto de cuotas: el 1% del sueldo mensual de los casi 20 mil agremiados a la Sección 38. Eso sería una verdadera solidaridad, no la que echaba en cara Alfonso Cepeda a los jubilados, en sus declaraciones públicas hace un par de años.
Continuará…