Dos mundos políticos reunidos en una Quinta, al norte de Saltillo.
Dos motivos reunieron a los políticos de Nuevo León y de Coahuila:
El cumpleaños número 40, del hijo, Enrique Martínez y Morales;
la degustación de cinco vinos coahuilenses, regalados por amigos:
Arturo Mendel (Don Leo), Gerardo Aguirre (San Juan de la Vaquería), José Antonio Rivera (Rivero González), Enrique Salinas Aguilera (La Herencia) y Edgar Ramón (El Fortín), del padre, Enrique Martinez y martinez.
Dos generaciones de políticos, presentes en la fiesta de “los dos Enriques”, el sábado 6 de febrero: los maduros, del padre; los emergentes, del hijo.
Dos mundos paralelos en la fiesta, del doble propósito (festejarse, dicen unos; destaparse, cuentan otros): El mundo político coahuilense de tantos amigos, de excolaboradores, de muchos querientes, de tantos mixtos (pero invitados); de todas la regiones del basto Coahuila, de todos los estratos y de todos colores.
El otro mundo, el ausente: El del aun Gobernador, que no asistió; de sus allegados en el gabinete, alcaldías y en cargos legislativos, que no se les permitió ir (si querían compartir del éxito de la convocatoria, 1200 líderes).
Los exgobernadores, prudentes y ausentes (salvo el anfitrión, que abrazó a su hijo y a su proyecto).
Unos, respetaron la fiesta de la “emergencia política”, otros, la ignoraron.
Rubén Moreira, la despreció (ah… los complejos sociales siempre imponiéndose a la razón política, en esa mente desordenada en cuanto a las prioridades y a los sentimientos; prevaleciendo, per se, las inquinas y las inferioridades).
Los que pueden en el PRI, sin empacho acudieron (Hilda Flores, Javier Guerrero, Chema Fraustro, Jericó Abramo, el que fue anfitrión y no podía faltar, etc.). Otros, que suspiran, no tuvieron los tamaños de convivir y compartir: la plaza y el placeo.
Los del PAN, en la jugada (Isidro López, Memo Anaya, Manuel López, etc.), asistieron. Los Independientes, encumbrados y otros aun tapados (Armando Guadiana, Luis Arizpe, Román Alberto Cepeda), no faltaron.