Las altas temperaturas que ha padecido el norte de México en los últimos días han sido extraordinarias. Algunas ciudades, como Monclova, han logrado colarse dentro del “top ten” mundial del registro más alto de calor en los termómetros. Esta situación ha ocasionado trastornos sociales que se comienzan a agravar.
Uno de ellos es el aumento geométrico en el consumo de agua. Los calores intensos obligan a muchos a un baño adicional diario, a hidratarse más, a lavar más ropa y a regar más tiempo. Con esto, el estrés hídrico se acentúa y comienza otra vez a escasear el vital líquido, que además se evapora con mayor rapidez de las presas y cuerpos almacenadores.
Otro es el incremento en la demanda energética para mantener encendidos los equipos de enfriamiento y aire acondicionado. Esta situación está poniendo de manifiesto lo débil y vulnerable de nuestro sistema de generación y transmisión de electricidad, observando apagones continuos y prolongados.
Otro más ha sido la observancia atípica de muertes de personas por “golpes de calor”, término que la verdad aún no termino de comprender. Gente que camina por la calle y repentinamente se desvanece para perder instantáneamente la vida. Y el problema es que estos casos han dejado de ser aislados para comenzar a generalizarse.
El verano apenas comienza y ya dio indicios de la crudeza con la que llega: sequía, apagones y muerte. Esto nos obliga a repensar soluciones de largo plazo para resolver el problema de falta de agua, a que el gobierno federal quite las trabas para que sigan llegando inversiones en generación de energía, sobre todo las renovables; y a cuidar a nuestros seres queridos, especialmente a los más vulnerables por su edad o condición física.
En el diagnóstico y estrategia que hace ONU-Hábitat para consolidar en Coahuila la vivienda adecuada y la urbanización sostenible, el organismo internacional afirma que, según estudios, la temperatura promedio subirá en algunas ciudades del norte del país 4 centígrados en promedio durante el resto de la década. La realidad que estamos viviendo nos hace pensar que quizá ese pronóstico se quedó corto.
El problema de las altas temperaturas es que dejen de ser extraordinarias y se conviertan en ordinarias, como aparentemente serán. El cambio de realidad nos obligará, además de lo arriba mencionado, a cambiar nuestros paradigmas en la construcción y en muchos otros rubros económicos y sociales.
Por lo pronto, y para transitar lo más seguros por este verano peligroso, hidratémonos seguido, cuidemos a nuestros seres queridos, el agua y la energía eléctrica lo más que podamos.