Sí, vino Francisco a México, aunque a tantos les pasara de noche un evento de tal significado.
Como dijimos en otra oportunidad, llegaron a México de gira: Jorge Bergoglio y Francisco. El Jefe del Estado Vaticano, cubrió una visita oficial a México. En una doble investidura, el líder religioso máximo del catolicismo; el Papa, visitó a su grey mexicana, en gira apostólica. Es el apóstol de hoy, el sucesor del Apóstol Pedro, de ayer ¿No lo saben así?
Dice el Padre Alejandro Solalinde, que fue una gira suave y dice el Obispo Raúl Vera, que fue una visita “light” ¿Que hubieran deseado estos líderes religiosos (inquietos, comprometidos con causas sociales y afectos al foco mediático), que impactará más “el discurso y la intromisión del Papa”, en asuntos nacionales?
Francisco, también lo dijimos ya, no vino a arreglar nuestra economía ni los asuntos políticos, ni menos a solucionar temas de índole doméstica. Sí, a sacudirnos: al gobierno, a la gente, a la iglesia, a los grupos del dinero, a la empresa y a los empresarios; a obreros y sindicatos (a empleadores y a empleados). Si, a evidenciar indolencia, recordando los temas graves que nos definen y aquejan. Y de ellos, la pasividad de una sociedad, cómplice por complaciente, ante gobiernos corruptos de espaldas al pueblo.
Hubo de todo en la gira. Un Papa informado, rosando con suavidad los temas espinosos (que son tantos, que duelen, pero que los callamos y asumimos, por cotidianos y por recurrentes). Protagonismos de artistas y de políticos, cínicos. Momentos de candidez y de humanismo, de amor ante la desgracia y la enfermedad. El diálogo con los jóvenes, fue otra vez la receta para una iglesia viva.
El Papa señaló nuestra apatía y corresponsabilidad en el estado de las cosas.
Hay hartazgo a los partidos políticos porque no hay democracia al elegir candidatos, hartazgo a los gobiernos porque son corruptos y soberbios, y hartazgo a los gobernantes porque ignoran al pueblo una vez que llegan al poder, porque la justicia está ausente en la vida nacional. Y luego, pasivos y desenfadados, escabullidos en la zona de confort; solo lloramos la infamia.
Vuelvo a preguntar ¿vino el Papa, o solo queríamos saludar al tipo de túnica blanca (al pasar su vehículo a alta velocidad, porque la inseguridad ya no permite el regreso de aquellas épocas donde el saludar de mano y sobar sus vestiduras, era traviesa idea de arrancar alguna canonjía), o solo vimos en la tele algún episodio y alguna denuncia en discursos, y lo gozamos solo porque agraviaba con su palabra suave, a nuestro villano favorito?
Religiosos o no, católicos o no, pero sufridos tantos y sumisos ante las injusticias, pensemos ¿vino el Papa a nuestras vidas (esos días recientes y al tiempo,…ya lejanos), o solo fue un sueño de redención posible, de efímera esperanza?
Reflexionemos en nuestra realidad y en el rol que no toca jugar. Repasemos esas frases, esos mensajes, ese resumen de algo que ya sabemos, que ya padecemos. Pero encontremos ahí, en el fondo de nuestra conciencia y de nuestro corazón, el compromiso que como sociedad tenemos para, juntos y unidos, componer las cosas que no dañan. Una por una.
Para no seguir, como “el soldado que en cada hijo te dio”, ¡errando conductas y avalando impunidades!