En 1977, en dos lanzamientos distintos desde Cabo Cañaveral, la Administración Nacional para el Espacio y la Aeronáutica (NASA, por sus siglas en inglés), lanzó al espacio las naves gemelas llamadas Voyager 1 y Voyager 2 con la única misión de estudiar de cerca a Júpiter y Saturno, los anillos de Saturno y las lunas más grandes de ambos planetas.
El plan original de la misión contemplaba una duración de 4 a 5 años. Para sorpresa de todos, incluida la NASA, ambas sondas espaciales se mantuvieron en operación y mandando información por cerca de 46 años, hasta que en julio pasado la NASA perdió el contacto con Voyager 2 y en un intento final por reestablecer la comunicación, le mandó una instrucción desde Australia para que volteara su antena hacia la Tierra. Dicha señal viajó unos 20,000 millones de kilómetros y unas 37 horas después Voyager 2 respondió satisfactoriamente para reanudar la misión que se espera dure unos 3 años más, momento en el que el Voyager 2 no podrá generar energía para mantener en operación sus instrumentos, por lo que seguirá viajando eternamente por el espacio, pero sin forma de comunicarse con la Tierra. Así, quedará solo la posibilidad de que “alguien”, algún día, encuentre la especie de mensaje en una botella que la NASA colocó en su interior: un disco con sonidos naturales, saludos en 55 idiomas y 90 minutos de música variada. Por su parte, la sonda Voyager 1, se encontraba a unos 24,000 millones de kilómetros de la Tierra y en operación normal hasta hace apenas unas semanas cuando empezó a enviar información repetida una y otra vez, ciclada. Se dice que una de sus tres computadoras sufrió un desperfecto y la NASA se encuentra en estos momentos consultando los manuales operativos del programa (creados en los años 70) para tratar de encontrar una forma de reactivar su operación. La NASA tendrá cuidado de no enviar instrucciones que pudieran generar más problemas a los sistemas de la nave, considerando que cada instrucción enviada a la sonda tarda 22.5 horas en llegar y una eventual respuesta del Voyager 1 tardaría otras 45 horas. Es probable que el Voyager 1 haya enviado su última cosecha de información, en forma de unos y ceros (código binario), y que no se sepa nunca más de él. Sin embargo, entre las opciones “sofisticadas” para reactivar a Voyager 1 que la NASA intentará se encuentra algo que muchos de nosotros hemos tratado una y otra vez, a veces con resultados positivos: apagar y prender. Buscar hacer un “reset“, reiniciar los sistemas y ver si eso arregla el problema.
Hace unos días, mientras manejaba, escuché la noticia sobre Voyager 1 y me llamó la atención que uno de los organismos más avanzados del planeta (la NASA) considera entre las opciones de solución a un problema muy complejo algo tan simple como el famoso “reset“, apagar y prender, para un sistema que está ciclado. Casi casi como darle tres golpes suaves al aparato y ver si reacciona, como muchos estoy seguro lo hemos hecho para aparatos y problemas mucho más simples y mundanos que los de una sonda espacial a miles de millones de kilómetros de distancia. No pude evitar pensar en los problemas que nos aquejan como nación, que no son pocos, y en que con mucha frecuencia tendemos a pensar que la solución pasa por acciones extremadamente complejas, con bajas probabilidades de éxito o incluso por algún acto milagroso, ya sea en manos de la Virgen de Guadalupe o de un mesías con buen rollo. Pensamos, o al menos nos convencemos, de que es razonable esperar que los políticos (o partidos) de siempre, rodeados de los intereses, planes, ideas e intenciones de siempre, de un bando y de otro, serán capaces de alterar, para bien, el destino de México.
Tal vez nos ha faltado ser mucho más pragmáticos, ser realistas, para poder empezar a tomar decisiones que incluyan algo tan simple como “apagar y prender” el sistema. Hacerle ver a quienes conforman ese “sistema” que podemos los ciudadanos mandar la señal de apagarles SU sistema porque no nos está entregando los resultados razonables que esperamos. Sin embargo, quienes están en los dos polos que tenemos como opciones, nos han hecho pensar que no tenemos de otra más que escoger una de las dos sopas: la desabrida (en vías de podrirse) de hoy o la podrida de ayer. Me parece que no nos hemos dado cuenta los ciudadanos, en parte porque nos han hecho creer que hay grupos verdaderamente ciudadanos que nos representan (especialmente en el famoso Frente Opositor, o como sea que se llame ahora), que tenemos mucho más qué decir y hacer para resistir la imposición de ideas, visiones o personajes que no han funcionado como alternativa a las prácticas de “gobierno” poco transparentes y sostenibles que sufrimos hoy. Entre más tardemos en mandar la señal de “reset” y reinicialicemos al sistema, más batallaremos para enderezarlo y seguirá a la deriva. No podemos ni debemos seguir callados y comportándonos como borregos de una facción u otra.
No, no podemos seguirles el juego del “peligro para México” sin pedirles los recibos. Tampoco aceptar como real una supuesta transformación que no es más que el ya tradicional cambio de 360 grados que solo nos deja donde empezamos, pero mareados.